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Repunte de la tuberculosis en España: síntomas y cómo se contagia

La enfermedad infecciosa causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis persiste como problema de salud pública con un aumento de casos en determinadas zonas urbanas

La bacteria que causa la tuberculosis.

La bacteria que causa la tuberculosis.Unsplash

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La tuberculosis continúa siendo una enfermedad infecciosa de relevancia en España y el mundo, pese a los avances en su tratamiento y prevención. Los expertos sanitarios mantienen la vigilancia ante el repunte de casos detectados en determinadas áreas urbanas del país. Esta patología, causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, afecta principalmente a los pulmones, aunque puede comprometer otros órganos, y su transmisión ocurre habitualmente por vía aérea cuando una persona enferma expulsa bacterias al ambiente.

Según datos del Ministerio de Sanidad, en España se registran aproximadamente 4.000 nuevos casos anuales, con una tasa de incidencia que, aunque ha disminuido en las últimas décadas, sigue siendo significativa especialmente en grupos vulnerables. Las autoridades sanitarias advierten que el diagnóstico temprano resulta fundamental para evitar complicaciones y cortar la cadena de transmisión, por lo que resulta imprescindible conocer sus síntomas y mecanismos de contagio para actuar con rapidez ante posibles casos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) continúa considerando la tuberculosis como un problema global de salud pública, con cerca de 10 millones de personas afectadas anualmente en todo el mundo. En España, aunque la situación epidemiológica es mejor que en muchos otros países, los especialistas insisten en que no se debe bajar la guardia, más aún cuando factores como la inmigración desde zonas de alta prevalencia o el aumento de casos de tuberculosis resistente a fármacos plantean nuevos desafíos.

¿Qué es exactamente la tuberculosis?

La tuberculosis es una enfermedad infecciosa causada por el complejo Mycobacterium tuberculosis, una bacteria que se caracteriza por su lento crecimiento y alta resistencia. Aunque puede afectar prácticamente cualquier órgano del cuerpo humano, en aproximadamente el 80% de los casos se localiza en los pulmones, lo que se conoce como tuberculosis pulmonar. También puede presentarse como tuberculosis extrapulmonar, afectando a órganos como los ganglios linfáticos, los huesos, el sistema nervioso central o el sistema genitourinario.

Esta enfermedad ha acompañado a la humanidad durante milenios, existiendo evidencias de su presencia en momias egipcias y restos óseos prehistóricos. A lo largo de la historia ha recibido diversos nombres como "tisis" o "peste blanca", y fue una causa importante de mortalidad en Europa durante los siglos XVIII y XIX. El descubrimiento del bacilo tuberculoso por Robert Koch en 1882 y posteriormente el desarrollo de antibióticos efectivos cambió drásticamente el panorama de la enfermedad, aunque sigue siendo un problema sanitario relevante.

Síntomas principales de la tuberculosis

La sintomatología de la tuberculosis puede variar considerablemente según la localización de la infección y el estado inmunológico del paciente. En la forma pulmonar, que es la más común, los síntomas característicos incluyen:

Tos persistente: Generalmente dura más de tres semanas y puede ir acompañada de expectoración. A medida que la enfermedad progresa, puede aparecer hemoptisis (presencia de sangre en el esputo).

Fiebre: Habitualmente de carácter vespertino, con picos que suelen presentarse por la tarde o al anochecer.

Sudoración nocturna: Episodios de sudoración profusa durante la noche que pueden empapar la ropa de cama.

Pérdida de peso: Sin causa aparente y a menudo acompañada de pérdida de apetito.

Fatiga y debilidad: Sensación constante de cansancio que no mejora con el descanso.

Dolor torácico: Especialmente al respirar profundamente o al toser.

En las formas extrapulmonares, los síntomas dependerán del órgano afectado. Por ejemplo, la tuberculosis ganglionar suele manifestarse con aumento de tamaño de los ganglios linfáticos, mientras que la tuberculosis ósea puede causar dolor y limitación funcional en las articulaciones afectadas.

Mecanismos de transmisión y contagio

La tuberculosis es una enfermedad contagiosa, pero no todas las personas expuestas desarrollan la infección. La principal vía de transmisión es la aérea, a través de gotículas microscópicas (aerosoles) que contienen el bacilo y que son expulsadas cuando una persona con tuberculosis pulmonar o laríngea activa tose, estornuda, habla o canta.

Es importante destacar varios aspectos sobre el contagio:

No todos los casos son contagiosos: Principalmente transmiten la enfermedad aquellos pacientes con tuberculosis pulmonar o laríngea que presentan bacilos en su esputo (bacilíferos). La tuberculosis extrapulmonar raramente es contagiosa.

El riesgo de contagio depende de varios factores: La concentración de bacilos en el aire, el tiempo de exposición, la proximidad a la fuente y la ventilación del espacio son determinantes. Los contactos cercanos como familiares, compañeros de trabajo o de habitación tienen mayor riesgo.

Tuberculosis latente vs. activa: Una persona puede estar infectada por el bacilo (tuberculosis latente) sin desarrollar la enfermedad ni poder transmitirla. Aproximadamente un 5-10% de las personas con infección latente desarrollarán tuberculosis activa en algún momento de su vida, generalmente durante los primeros años tras la infección.

Diagnóstico y detección precoz

El diagnóstico temprano resulta crucial para el control de la tuberculosis. Entre las pruebas más utilizadas se encuentran:

Prueba de la tuberculina (Mantoux): Consiste en la inyección intradérmica de un derivado proteico purificado del bacilo tuberculoso. La aparición de una induración (zona elevada y endurecida) de determinado tamaño indica contacto previo con la bacteria, aunque no necesariamente enfermedad activa.

Pruebas de liberación de interferón gamma (IGRA): Son análisis de sangre que detectan la respuesta inmune a la bacteria y presentan menos falsos positivos que la prueba de la tuberculina en personas vacunadas con BCG.

Radiografía de tórax: Puede mostrar lesiones sugestivas de tuberculosis pulmonar como infiltrados, cavitaciones o adenopatías.

Análisis microbiológicos: La confirmación definitiva requiere el aislamiento del bacilo en muestras biológicas, generalmente esputo en la tuberculosis pulmonar. Técnicas como la baciloscopia, cultivo o pruebas moleculares como la PCR permiten identificar la bacteria.

Tratamiento y prevención

El tratamiento de la tuberculosis se basa en la combinación de varios antibióticos durante un periodo prolongado, generalmente entre 6 y 9 meses para formas no resistentes. Los fármacos de primera línea incluyen isoniazida, rifampicina, pirazinamida y etambutol. La adherencia al tratamiento es fundamental para evitar recaídas y la aparición de resistencias.

En cuanto a la prevención, las estrategias más importantes son:

Vacunación con BCG: En España no forma parte del calendario vacunal sistemático, pero puede recomendarse en situaciones específicas.

Diagnóstico y tratamiento de casos: La identificación y tratamiento adecuado de los enfermos corta la cadena de transmisión.

Estudio de contactos: Permite detectar otros posibles casos o infecciones latentes entre las personas que han estado en contacto con un enfermo.

Tratamiento preventivo: En personas con infección tuberculosa latente que presentan alto riesgo de desarrollar la enfermedad.

Las autoridades sanitarias españolas mantienen programas de vigilancia epidemiológica y control de la tuberculosis, especialmente enfocados en grupos de riesgo como personas inmunocomprometidas, profesionales sanitarios, personas en situación de exclusión social o inmigrantes procedentes de países con alta prevalencia.

¿Quiénes tienen mayor riesgo de contraer tuberculosis?

Aunque cualquier persona puede infectarse, existen grupos con mayor vulnerabilidad:

  • Personas con sistemas inmunitarios debilitados, especialmente pacientes con VIH
  • Niños menores de 5 años y ancianos
  • Personas con enfermedades crónicas como diabetes, insuficiencia renal o tratamientos inmunosupresores
  • Trabajadores sanitarios en contacto con pacientes infectados
  • Personas en situación de hacinamiento (prisiones, centros de acogida)
  • Consumidores de drogas o alcohol

¿Cuánto tiempo se tarda en desarrollar la enfermedad tras el contagio?

El periodo entre la infección y la aparición de síntomas es variable. En personas con sistema inmunitario normal, el 5-10% desarrollará la enfermedad en algún momento de su vida, con mayor riesgo durante los dos primeros años tras la infección. Sin embargo, en personas inmunodeprimidas, especialmente con VIH, este riesgo puede aumentar hasta el 10% anual.

La tuberculosis continúa siendo un desafío para la salud pública en España y el mundo. El conocimiento de sus síntomas, mecanismos de transmisión y factores de riesgo resulta esencial para su control efectivo, siendo la detección temprana y el tratamiento adecuado las mejores herramientas para combatir esta milenaria enfermedad.

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