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La fumata amarilla: el símbolo olvidado del Cónclave papal

Este particular color de humo dejó de utilizarse tras la elección de Benedicto XVI en 2005

Una mujer reza mientras espera la fumata en el Vaticano.

Una mujer reza mientras espera la fumata en el Vaticano.Oliver Weiken/dpa

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El mundo católico mantiene su mirada fija en la pequeña chimenea sobre el tejado de la Capilla Sixtina mientras el Cónclave delibera para elegir al sucesor del Papa Francisco. La tradicional señal de humo, conocida como fumata, continúa siendo el único indicador visible desde el exterior sobre los avances en la elección papal. Sin embargo, pocos recuerdan que además de los conocidos humos blanco y negro, existió un tercer color que desapareció hace casi dos décadas: la fumata amarilla, un elemento técnico del proceso que se eliminó con la modernización del sistema en 2005.

El secretismo que rodea al Cónclave es absoluto. Los cardenales electores se comprometen bajo pena de excomunión inmediata a no revelar detalles sobre las deliberaciones internas. En este contexto hermético, la fumata representa el único canal de comunicación oficial con el exterior: humo negro cuando no hay consenso, blanco cuando se ha elegido al nuevo Pontífice, y antiguamente, amarillo como prueba técnica previa. Este último desapareció específicamente tras la elección de Joseph Ratzinger como Benedicto XVI, cuando la Santa Sede modernizó el mecanismo para hacer más visibles e inequívocos los mensajes de humo.

¿Qué era exactamente la fumata amarilla y por qué dejó de utilizarse?

La fumata gialla, como se la conocía en italiano, constituía esencialmente una prueba técnica realizada antes del inicio oficial de las votaciones. Su función principal era comprobar el correcto funcionamiento de la estufa y el sistema de humos antes de comenzar el proceso electoral formal. A diferencia de las fumatas blanca y negra, la amarilla carecía de valor simbólico o ceremonial dentro del ritual vaticano.

Según recogía el diario italiano La Repubblica, este humo de prueba dejó de ser necesario hace dos décadas, cuando el Vaticano implementó mejoras tecnológicas en el sistema de la chimenea. Las modificaciones técnicas introducidas garantizaban un funcionamiento más fiable, eliminando la necesidad de realizar comprobaciones preliminares visibles para el público.

A pesar de su carácter meramente funcional, la fumata amarilla representaba para muchos fieles congregados en la Plaza de San Pedro una señal no oficial del inminente inicio del Cónclave. Sin embargo, era apenas perceptible para la mayoría de los asistentes debido a su tonalidad y brevedad, lo que contribuyó a que su desaparición pasara relativamente desapercibida para el gran público.

El sistema de comunicación más antiguo del Vaticano

El origen exacto de las fumatas como método de comunicación no está documentado con precisión, aunque los historiadores sitúan su aparición entre finales del siglo XIX y principios del XX. Lo que sí está claro es el propósito tras su creación: establecer un lenguaje visual universal que trascendiera barreras idiomáticas, culturales y geográficas.

La elección del humo como elemento comunicativo no fue casual. Desde tiempos ancestrales, diversas culturas han utilizado señales de humo para transmitir mensajes a distancia. El Vaticano adoptó esta tradición milenaria adaptándola a sus necesidades específicas, creando un código visual comprensible para cualquier persona, independientemente de su procedencia o formación.

Con el paso del tiempo, la fumata se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles del proceso de elección papal, atrayendo la atención mediática mundial y congregando a miles de fieles en la Plaza de San Pedro cada vez que se produce un Cónclave.

¿Cómo funciona actualmente el sistema de fumatas?

El mecanismo actual de las fumatas ha evolucionado significativamente desde sus inicios. Hoy en día, el sistema utiliza una estufa principal donde se queman las papeletas de votación, conectada a una segunda estufa auxiliar que contiene compuestos químicos específicos para producir el color deseado.

Para generar el humo negro, indicativo de que no se ha alcanzado el consenso necesario (dos tercios de los votos), se añaden cartuchos con una mezcla que contiene pez y alquitrán. En cambio, para producir el humo blanco, señal inequívoca de "Habemus Papam", se utilizan compuestos a base de clorato potásico, lactosa y colofonia.

Las mejoras técnicas implementadas desde 2005 incluyen un sistema de calentamiento eléctrico auxiliar que garantiza una combustión más completa y un color de humo más definido, eliminando las ambigüedades que se producían ocasionalmente en el pasado, cuando la coloración resultaba difícil de interpretar para los observadores.

¿Cuándo podemos esperar ver fumata en el actual Cónclave?

Durante el actual Cónclave, las votaciones siguen un horario estrictamente establecido. Cada día se realizan cuatro escrutinios: dos por la mañana (entre las 9:30 y las 12:30 horas) y dos por la tarde (entre las 16:00 y las 19:00 horas). Tras cada par de votaciones, se queman las papeletas produciendo la correspondiente fumata.

Esto significa que, salvo que se produzca una elección en la primera votación del día o de la tarde, el público congregado en la Plaza de San Pedro y los millones de espectadores que siguen el proceso a través de los medios de comunicación pueden esperar ver fumata dos veces al día: alrededor del mediodía y al anochecer.

El simbolismo perdido de la fumata amarilla

Aunque la fumata amarilla tenía un carácter puramente técnico, su desaparición representa en cierto modo la constante evolución de las tradiciones vaticanas, que mantienen su esencia simbólica mientras se adaptan a los avances tecnológicos y a las necesidades comunicativas contemporáneas.

El recuerdo de este humo amarillento forma parte ya de la historia menos conocida de los cónclaves papales, un pequeño detalle que evidencia cómo incluso las tradiciones aparentemente inmutables del Vaticano han experimentado modificaciones a lo largo del tiempo para garantizar su eficacia y relevancia en el mundo moderno.

Mientras el mundo espera expectante el resultado del actual Cónclave, la atención sigue centrada en los dos colores que permanecen: el negro que señala la continuación del proceso y el blanco que anunciará al nuevo líder de los más de 1.300 millones de católicos en todo el mundo. La fumata amarilla, por su parte, queda relegada a una curiosidad histórica, un símbolo olvidado de una época en que incluso las pruebas técnicas formaban parte visible del ritual.

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