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Jaume Solé: «Desde el infarto, aprecio más los pequeños momentos de la vida»

Este vecino de Tàrrega sufrió un infarto en febrero de 2024. No tenía ninguna imagen de recuerdo y escribió un libro solidario titulado ‘Manual de supervivència d’un infart’, con dibujos de Josep Franquesa (Ramar)

«Desde el infarto, aprecio más los pequeños momentos de la vida» - LAIA PEDRÓS

«Desde el infarto, aprecio más los pequeños momentos de la vida» - LAIA PEDRÓS

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Jaume Solé, reconocido fotógrafo de Tàrrega, explica que “si una imagen vale más que mil palabras, este libro vale 11 imágenes potentes (y, con un poco de humor, con stents incorporados)”. La presentación tendrá lugar mañana martes, a las 19 horas, en la biblioteca Germanes Güell. ¿Qué le motivó a escribir el libro?

Un grupo de jóvenes de Tàrrega hizo una necro-porra en su programa de humor El Pati Podcast, que se caracteriza por que nunca aciertan, en la que predijeron que me moriría. Eso pasó justo cuando tuve el infarto y me motivaron a explicar mi historia. Y además para mostrar un inmenso agradecimiento a la sanidad que tenemos en Lleida, especialmente al servicio de Cardiología del hospital Arnau de Vilanova de Lleida y al profesional rehabilitador (el fisioterapeuta) que, aparte de ayudarme a ponerme en forma, me enseñó nuevos hábitos diarios muy importantes para sentirme mejor.

Afirma que el libro narra 11 potentes imágenes con 11.289 palabras. ¿Qué quiere decir?

Como fotógrafo de profesión siempre digo que una imagen vale más que mil palabras. En este caso, he necesitado más de 11.000 palabras para explicar las 11 imágenes de mi infarto, todo ello con un toque irónico.

¿Cómo vivió el infarto?

Ahora haré spoiler (risas). De entrada, debo decir que soy una persona que no fumo ni bebo habitualmente, dansaire desde los 16 años en el Esbart Albada, que también es la excusa para tomar una cervecita los viernes, pero en general mi vida siempre se ha centrado en trabajar. El día 5 de febrero de 2024 por la tarde sentí como un calambre en el esófago, ni dolor de pecho ni de brazo, tan solo un calambre muy doloroso e intenso. Casualmente, estaba acabando de editar un video muy cómico y se lo mostré a la secretaria, Eva, y nos destornillamos a reír. Entonces me empecé a marear y el dolor era cada vez más intenso hasta tal punto que noté que perdía el conocimiento y me estiré en el suelo. 

En un primer momento pensé que se trataba de un corte de digestión. Eva llamó al 112, me pasó el teléfono y me hacían preguntas como marca el protocolo pero no podía ni hablar. Creo que si hubiese estado solo no habría ni podido marcar el número. Enseguida llegó mi mujer, Maria del Mar, que trabaja de enfermera en el CAP de Tàrrega, con el cardiólogo, y al cabo de 10 minutos lo hizo la ambulancia, que para mi fueron una eternidad. 

Los sanitarios empezaron a medirme la tensión, el azúcar, a ponerme electrodos… yo con las manos más pálidas que un papel en blanco y mientras iban haciéndome pruebas, el dolor se fue, creo que duró unos 40 minutos, se fue de repente. Me levanté y les dije que ya estaba bien pero me enviaron a urgencias con la ambulancia. En el hospital, en el que trabaja mi hijo Àlvar también de enfermero aunque entonces estaba de baja por paternidad, me atendieron enseguida y me volvieron a hacer todo de pruebas: cardiogramas, ecografías, placas, análisis… y todo salía bien. Como buen autónomo tan solo estaba preocupado por llegar a Tàrrega antes de las 6.00 horas del día siguiente ya que los tractores habían anunciado movilizaciones y temía no poder llegar para abrir la tienda. 

Después de que salieran todas las pruebas bien, la doctora me dijo que me haría la prueba de la troponina (ayuda a diagnosticar ataques cardíacos) y en caso de salir bien, me daría el alta. La prueba dio un resultado de unos 300, me dijo que tendría que salir por debajo de los 100 pero que no me pusiera nervioso, que al cabo de tres horas la volverían a hacer. La sorpresa fue que la siguiente prueba dio 800 y me ingresaron de inmediato a la UCI. Tenía tres arterias taponadas de las cuales una funcionaba al 20%. Probablemente si no hubiese ido al hospital y hubiese estado en casa, ahora no lo explicaría, y si no me hubiese estirado en e suelo con las piernas hacía arriba en la tienda, tampoco. En este sentido, tengo experiencia de mi madre, de 91 años, con la que ya hemos tenido algunos sustos.

Entonces llegó la operación.

Sí, me hicieron un cateterismo, por los pelos, casi candidato a bypass, entonces me tendrían que haber enviado al hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Me pusieron dos stents en una arteria y un tercero en otra. Y desde entonces así estoy con medicación y actividad física y saludable todos los días. Entreno en bici estática, hago pesas, camino, ahora recomiendo a todo el mundo caminar una hora diaria, es muy importante, y sobretodo, como sin sal, ¡con la misma energía que tenía cuando tenía 30 años! Todo esto me ha ayudado a ver la importancia de hacer ejercicio a la vez que me he vuelto más sensible, lloro por cualquier cosa, y aprecio más los pequeños momentos de la vida como poder disfrutar de mis nietas.

Y después, la recuperación.

Sí, aquí tengo que agradecer especialmente al fisioterapeuta Albert Bigordà, para mí, el rehabilitador del hospital Santa Maria. Allí fui durante unos meses al gimnasio del hospital a recuperación cardiaca y Bigordà me iba indicando los ejercicios que tenía que hacer con una mayor intensidad de forma gradual. Acabamos creando una relación muy familiar con todos los pacientes.

Se trata de un libro solidario, ¿por qué?

Porque estoy inmensamente agradecido al servicio de Cardiología del hospital Arnau, liderado actualmente por el doctor Fernando Worner. A todo el equipo de profesionales de cardiología y especialmente al fisioterapeuta Bigordà, les estaré eternamente agradecido.

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