Hígado graso: cómo detectarlo y qué cambios alimentarios recomiendan los expertos
Esta afección hepática puede progresar silenciosamente durante años y su diagnóstico suele ser casual

Una dieta equilibrada es esencial para prevenir el hígado graso.
El hígado graso no alcohólico afecta a millones de personas en España y supone una preocupación creciente para los especialistas en 2025. Según los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH), esta patología se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en el hígado sin relación con el consumo de alcohol. Lo alarmante es que puede desarrollarse durante años sin manifestar síntomas evidentes, lo que complica su detección temprana y tratamiento oportuno.
La enfermedad presenta dos variantes principales, como señala MedlinePlus. Por un lado, el hígado graso simple con acumulación de lípidos sin daño celular significativo; por otro, la esteatohepatitis no alcohólica, donde ya existe inflamación y deterioro de las células hepáticas. Esta última puede evolucionar hacia condiciones más graves como fibrosis, cirrosis e incluso cáncer hepático si no se toman medidas adecuadas para controlarla.
Los expertos sanitarios advierten que esta patología está estrechamente vinculada con factores como el sobrepeso, el sedentarismo y hábitos alimentarios poco saludables. Su prevalencia ha aumentado considerablemente en los últimos años, convirtiéndose en un problema de salud pública que requiere mayor concienciación entre la población general.
Síntomas y detección del hígado graso
Según advierten prestigiosas entidades médicas como la American Liver Foundation, detectar el hígado graso resulta especialmente complicado en sus fases iniciales. La ausencia de síntomas evidentes hace que el diagnóstico suela producirse de manera fortuita, generalmente durante revisiones médicas rutinarias o exámenes realizados por otros motivos.
Para confirmar la presencia de hígado graso, los facultativos realizan una evaluación exhaustiva que incluye historia clínica, exploración física y pruebas complementarias como análisis sanguíneos, estudios de imagen (ecografía abdominal, resonancia magnética o TAC) y, en casos seleccionados, una biopsia hepática que permite determinar con precisión el grado de afectación del órgano.
Aunque suele ser asintomática, algunas personas pueden presentar signos como fatiga persistente o molestias en el cuadrante superior derecho del abdomen. Estos indicios deben generar especial alerta en individuos con factores de riesgo como sobrepeso u obesidad, niveles elevados de colesterol en sangre o antecedentes familiares de diabetes tipo 2.
Recomendaciones alimentarias según los especialistas
La nutrición juega un papel fundamental tanto en la prevención como en el tratamiento del hígado graso. Los expertos en hepatología y nutrición coinciden en que adoptar una dieta equilibrada constituye la primera línea de defensa frente a esta patología. Se recomienda priorizar el consumo de alimentos frescos y minimizar los procesados industrialmente.
La alimentación más beneficiosa incluye abundantes frutas y verduras frescas, cereales integrales ricos en fibra, legumbres nutritivas, pescado (especialmente variedades ricas en omega-3) y grasas saludables procedentes del aceite de oliva virgen extra, aguacates o frutos secos como las nueces. Esta combinación de alimentos ayuda a reducir la inflamación hepática y favorece la eliminación del exceso de grasa acumulada en el órgano.
Por el contrario, los especialistas recomiendan limitar drásticamente o eliminar de la dieta los productos ultraprocesados, carnes rojas con alto contenido graso, alimentos fritos, dulces industriales y bebidas azucaradas. Estos productos no solo favorecen el aumento de peso, sino que contribuyen directamente al incremento de la grasa hepática y potencian la resistencia a la insulina, factor clave en el desarrollo de esta patología.
¿Qué es exactamente el hígado graso no alcohólico?
El hígado graso no alcohólico (EHGNA) constituye una afección metabólica caracterizada por la acumulación anormal de triglicéridos en las células hepáticas, sin relación con el consumo excesivo de alcohol. Representa la enfermedad hepática más frecuente en países occidentales, con una prevalencia que oscila entre el 20% y el 30% de la población adulta en España, según datos actualizados para 2025.
Esta patología forma parte del denominado síndrome metabólico, estrechamente relacionado con la obesidad, la diabetes tipo 2 y las alteraciones del metabolismo lipídico. Su diagnóstico temprano resulta crucial para prevenir complicaciones graves, ya que aproximadamente un 20% de los pacientes con hígado graso simple pueden progresar hacia formas más severas como la esteatohepatitis, que implica inflamación y daño celular.
Los mecanismos fisiopatológicos que conducen al desarrollo de esta afección son complejos e involucran factores genéticos, hormonales y ambientales que interactúan entre sí. La teoría más aceptada actualmente es la denominada "hipótesis de los múltiples impactos", que contempla la acumulación de grasa hepática como primer paso, seguido de procesos inflamatorios y oxidativos que dañan progresivamente el tejido.
¿Por qué se produce el hígado graso?
Las causas que subyacen al desarrollo del hígado graso son multifactoriales. Entre los principales factores de riesgo destaca la obesidad, especialmente cuando la grasa se acumula en la zona abdominal. Los estudios epidemiológicos muestran que aproximadamente el 70% de las personas con obesidad presentan algún grado de infiltración grasa en el hígado.
La resistencia a la insulina constituye otro factor determinante, ya que altera el metabolismo de los ácidos grasos y favorece su acumulación en el tejido hepático. Cuando las células no responden adecuadamente a la acción de esta hormona, se produce un desequilibrio metabólico que conduce al depósito excesivo de triglicéridos en el hígado.
Factores genéticos también influyen significativamente en la predisposición a desarrollar esta patología. Determinadas variantes genéticas pueden alterar el metabolismo lipídico hepático y favorecer el depósito graso incluso en ausencia de sobrepeso evidente. Esto explica por qué algunas personas delgadas también pueden presentar hígado graso, un fenómeno conocido como "hígado graso metabólicamente obeso".
¿Qué actividad física ayuda a revertir el hígado graso?
Junto con las modificaciones dietéticas, el ejercicio físico regular constituye un pilar fundamental en el tratamiento del hígado graso. Los estudios científicos demuestran que la actividad física continuada contribuye a reducir la grasa hepática independientemente de la pérdida de peso, aunque esta potencia los beneficios.
Los especialistas recomiendan combinar entrenamiento aeróbico de intensidad moderada (como caminar a paso ligero, nadar o ciclismo) con ejercicios de resistencia o fuerza muscular. El programa ideal debería incluir al menos 150 minutos semanales de actividad aeróbica distribuidos en varias sesiones, complementados con 2-3 sesiones de entrenamiento de fuerza.
Investigaciones recientes publicadas en revistas especializadas indican que el entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT) podría ser particularmente efectivo para mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir la grasa hepática en periodos relativamente cortos. No obstante, este tipo de ejercicio debe iniciarse gradualmente y bajo supervisión profesional, especialmente en personas sedentarias o con comorbilidades.