Cuando Lleida era la capital de la lucha libre
Frontón, Antorxa y La Bordeta acogieron multitudinarias veladas entre los 50 y los 80. La saga Peyron era la más popular

Peyron padre haciéndole una llave al siempre malvado Joe Adell.

Peyron padre haciéndole una llave al siempre malvado Joe Adell.

Salir en camilla, otro clásico.

Peyron en su regreso de México.

Luchadores leridanos en el vestuario.

José Peyron, en una celebración tras una velada exitosa.

Pelo contra máscara, un clásico en el ring.
Hasta bien entrados los ochenta, la lucha libre (a la que gracias a la televisión la rebautizamos posteriormente como Pressing Catch) hacía furor en Lleida. Primero fue en el ya desaparecido Frontón de Prat de la Riba, entonces General Mola; luego en el pabellón Antorxa en los Camps Elisis y finalmente en el de La Bordeta. En cualquier caso, en veladas nocturnas o de tarde (siempre y cuando el Lleida no jugase en el Camp d’Esports), el recinto se llenaba de aficionados que vibraban ante las habilidades que los luchadores-actores exhibían en el ring, bien fuese entre los enfrentamientos entre buenos y malos (los que levantaban más pasiones) o los que subían al cuadrilátero etiquetados como “finos estilistas”. El caso es que cada velada acababa teniendo al público como elemento clave, haciéndose cómplice de los errores arbitrales, siempre a favor de los villanos, las triquiñuelas de estos, la reacción final de los buenos, o la inevitable, todo un clásico, salida del recinto en camilla y en brazos de las asistencias, entonces miembros de la Cruz Roja. Los organizadores de las veladas leridanas (la de Sant Esteve era una cita obligada en las fiestas navideñas) estaban asociados con los responsables del Salón Price (Casanova esquina Florida Blanca) de Barcelona y traían y llevaban luchadores. El público respondía a los reclamos de la siempre atractiva revancha o a los desafíos de “pelo contra máscara”, otro desafío habitual, magnificados por la voz del speaker de turno, que en los últimos tiempos siempre era la del compañero José Antonio García Barranco, que popularizó la muletilla de “esto ha dolido, señores”. Aquí, en Lleida, los ídolos, por encima de otros, eran los componentes de la saga Peyron: José, el padre, que se resistía a abandonar el ring, y sus hijos, Pepe, que llegó a luchar por el título Mundial en una gira por México, o Jordi, de trayectoria más corta en el cuadrilátero. Y como rivales, las máximas estrellas del Price barcelonés, lideradas por el malvado entre los malvados, Joe Adell.