Las noches tropicales se multiplican por cuatro en los últimos 80 años en Lleida
La temperatura mínima en septiembre ha sufrido un ascenso de entre 5 y 6 grados

Las noches tropicales se multiplican por cuatro en los últimos 80 años en Lleida
Los datos históricos muestran que en Lleida la canícula no termina cuando acaba agosto. Las olas de calor se alargan, las mínimas nocturnas apenas bajan de 20 grados y los días de calor extremo se cuentan por decenas. El fenómeno se extiende al Pirineo, donde este proceso aumenta el riesgo de incendios y el estrés hídrico de los bosques.
Las noches tropicales se han multiplicado por cuatro en Lleida durante las últimas ocho décadas. Si en los años 40 y 50 apenas se alcanzaban las 10 noches por verano con mínimas iguales o superiores a los 20 grados, ahora superan con creces las 40 y en 2022 se alcanzó el récord histórico con 54. Ese verano, más de la mitad de las noches estivales fueron sofocantes, una tendencia que se ha mantenido con 44 noches en 2024 y 48 en 2025, según los datos recogidos por Armand Álvarez, del Observatori Meteorològic de Lleida.
Esta evolución es una de las señales más claras del cambio climático en Lleida. Ya no refresca durante las noches, aumenta el consumo eléctrico para la refrigeración, dificulta el descanso y agrava el riesgo de un golpe de calor.
Más días de calor
Septiembre tampoco ofrece ya la tregua de años atrás. La temperatura mínima más alta del mes ha subido unos 6 grados en 80 años, alcanzando los 23,2 en 2022, el valor más alto de toda la serie. Es ya algo normal que este registro supere los 22 grados, lo que alarga la sensación de calor del verano y obliga a mantener medidas de prevención más allá de agosto. Para los agricultores, esta prolongación del calor afecta al ciclo de maduración de los cultivos que dependen de noches frescas y puede condicionar la calidad de la fruta e incluso el inicio de la vendimia.
A este panorama se suma el aumento de los días de calor extremo, tanto de día como de noche. En 2022 y en 2025 se contabilizaron hasta 42 jornadas con máximas por encima de los 35 grados y mínimas por encima de los 20, cifras nunca vistas en las series históricas. Estas olas de calor prolongadas no solo reducen el rendimiento laboral, sino que ponen a prueba la capacidad de los servicios sanitarios y de emergencia, que deben atender más casos de deshidratación y estrés térmico.
El tiempo también cambia en los Pirineos
El fenómeno no se limita a Lleida y el llano. En el Pirineo, las temperaturas también se están elevando de manera sostenida. Los datos a cota media muestran que la temperatura media anual ha pasado de 16,7 grados en 2021 a los 18,5 en 2022 y los 18,4 en 2023, lo que convierte al trienio 2022-2024 en el más cálido de la serie reciente. La media del quinquenio 2020-2024 es medio grado más alta que la del 2015-2019, confirmando que el calentamiento también asciende de cota y afecta a los valles pirenaicos. La subida de las temperaturas nocturnas en estas zonas limita el enfriamiento natural de los bosques, favorece la propagación de plagas y aumenta el riesgo de incendios de alta intensidad. En cuanto a la precipitación, el mismo quinquenio ha resultado un 21% más seco, con un mínimo de solo 592,9 mm en 2023. Esta falta de agua genera estrés hídrico en los bosques y compromete la regeneración natural después de episodios de sequía. Expertos forestales advierten que es urgente reforzar la gestión del combustible, recuperar el mosaico agroforestal y facilitar el pastoreo para reducir la carga de biomasa.
El cambio de patrón que muestran los datos no es un fenómeno aislado, sino una tendencia que seguirá intensificándose en las próximas décadas. Esto obliga a pasar de la observación a la acción. Adaptarse ya no es opcional, es urgente. Especialmente en la gestión de zonas verdes urbanas y la masa forestal.