SEGRE

Ríos sin truchas y plantaciones sedientas

Los estudios vaticinan impactos intensos para la economía. Amenazas para el turismo y para la agricultura

Los expertos pronostican un aumento del estrés hídrico de las plantas. - EDGAR ALDANA

Los expertos pronostican un aumento del estrés hídrico de las plantas. - EDGAR ALDANA

Lleida

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Los estudios sobre los eventuales impactos del cambio climático proyectan escenarios inquietantes para actividades nucleares en la actual estructura económica de la demarcación de Lleida, como el turismo y la agricultura, cuyos operadores van a tener que adaptarse al nuevo escenario.

Entre esos ámbitos está la pesca, uno de cuyos principales atractivos en Lleida, la de la trucha, afronta un escenario de retroceso. Un informe del Miteco (ministerio para la Transición Ecológica), que reseña la ausencia de “evidencias de una respuesta adaptativa” de este pez al cambio climático, prevé que “la disponibilidad de hábitat” alcance “una pérdida del 80%” en la cuenca del Ebro en 50 años. De hecho, las proyecciones reducen su presencia a los tramos iniciales de los ríos pirenaicos, con una desaparición prácticamente total en el Segre al final de ese periodo.

Las especies piscícolas “propias de aguas frías, como por ejemplo la trucha, perderán hábitat y disminuirán su rango de distribución y abundancia” por, entre otras causas, la extinción de poblaciones al resultarles inhabitables los ríos y por su mayor susceptibilidad a enfermedades.

El documento pronostica otro impacto de calado en los ríos, uno de los principales atractivos turísticos de Lleida: considera “muy probable también que muchos ríos permanentes pasen a ser temporales debido al déficit hídrico en la época estival”.

“Parece claro que habrá una disminución en el caudal de la mayoría de los ríos” de latitudes medias y bajas, y un aumento del caudal en los ríos situados en latitudes altas” por, respectivamente, el “aumento de la temperatura y la evapotranspiración” y por un “mayor aporte de agua proveniente del deshielo”, señala el informe, que anota cómo el “descenso de los caudales” en “la zona del Pirineo” es ya un hecho constatado.

El documento, que no entra en los efectos de esas tendencias en la disponibilidad de agua para abastecimiento urbano, riego, generación de electricidad y usos industriales, apunta otro impacto especialmente relevante para actividades como la acampada, ya que “se espera un aumento en la duración y severidad de avenidas y sequías”.

En resumen, los escenarios que se pronostican apuntan a una “disminución de la precipitación” tanto de agua como de nieve, clave para el esquí y la hostelería asociada a él, y a “una reducción de los caudales” que sería “especialmente importante en regiones mediterráneas” y que “podría provocar un cambio en los regímenes hidrológicos de los ríos, aumentando la proporción de ríos intermitentes y efímeros frente a ríos permanentes”.

La exposición de Lleida al calentamiento del Mediterráneo, que se halla en pleno proceso de tropicalizacion y cuya temperatura sube un 20% más rápido que la del conjunto de las masas de agua marinas del planeta, resulta obvia cuando la distancia al mar oscila entre los 60 km del sur de Les Garrigues y los 120 de la Cerdanya occidental.

Eso desencadena un proceso que, en combinación con la tendencia a la aridez del clima del que vienen advirtiendo organismos como la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) o el (IPE) Instituto Pirenaico de Ecología, entraña claras amenazas para las explotaciones agrícolas: las temperaturas más altas elevan la demanda de agua de la atmósfera, lo que a su vez intensifica los procesos de evapotranspiración de las plantas y somete a los cultivos a mayores niveles de estrés hídrico.

Las estimaciones de la CHE para los próximos veinte años apuntan a aumentos de la demanda de agua de riego superiores al 10% para cultivos como la alfalfa, el maíz, el trigo, el melocotonero, el peral y el manzano, que ocupan más de 130.000 ha. (el 85% del regadío) en Lleida. Las previsiones sitúan por encima del 12% la mayor necesidad hídrica del olivo y la viña, dos cultivos que, como la fruta, comienzan a migrar al norte mientras en el llano proliferan los cultivos tropicales con casi 700 ha, más de 600 en el Segrià.

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