ANIVERSARIO
Los nostálgicos del franquismo captan acólitos jóvenes y mayores en las redes
La ultraderecha gana en ambas cohortes apoyos que no siempre se traducen en voto

Franquistes reten homenatge a Franco el 20 de novembre del 1975 a l’antic monòlit de Cervantes. - FONS GÓMEZ VIDAL/ARXIU FOTOGRÀFIC IEI
El avance de la ultraderecha en la intención de voto está, 50 años después de la muerte de Franco, fundamentado en su actividad, y la de sus propagandistas, en las redes sociales, donde operan con técnicas de neuromarketing. La realidad social y la estructura demográfica de Lleida ofrecen expectativas de crecimiento para esas posiciones.
¿Se refería Franco a la consolidacion del franquismo sociológico con sus silencios de ultratumba, más que a la entonces reciente designación de Juan Carlos de Borbón como “sucesor a título de rey”, con aquel críptico “atado y bien atado” de su discurso de Navidad de 1969? La combinación de esos tabúes familiares con el uso político de las redes sociales y la aplicación de técnicas de neuromarketing está propulsando la intención de voto de la ultraderecha y los nostálgicos de su régimen medio siglo después.
“Los silencios en las casas de los boomers y sus padres han generado desconocimiento. Los jóvenes tienen un vacío sobre vivencias (de la Guerra Civil y la dictadura). No es un olvido, porque para olvidar hay que saber antes”, explica Maite Aurrekoetxea, profesora de Sociología Política en la Universidad de Deusto y estudiosa del ascenso ultra y su conexión juvenil.
“La ultraderecha ha entendido que las redes sociales son un campo fértil en el que tienen una audiencia muy receptiva con la Generación Z, para la que la conexión es una extensión más, es parte de su identidad”, señala. “A esa audiencia le llegan mensajes cortos con un halo de autenticidad y trabajados con emoción”, añade. Su circulación “sin tiempo para la reflexión” ha resultado ser el cauce ideal para la propaganda 2.0: “El objetivo no es debatir, sino difundir contenidos de consumo rápido para conseguir impactos”.
Entonces, ¿se trata de jóvenes ingenuos que degluten bulos? “No son incautos, es que usan ese lenguaje y la ultraderecha ha sabido verlo. No es tanto una cuestión de medios o canales como de lenguaje”, anota Aurrekoetxea, que destaca el desfase de una izquierda que, en ese ámbito, sigue anclada en los discursos elaborados. También es clave la selección de temas: libertad, seguridad y migración, nada de economía ni filosofía.
El avance ultra a entornos del 20% de la intención de voto deriva de la penetración de esos mensajes en cohortes de edad avanzada. “Las canalizan a sus teléfonos y los consumen como si fuera información fiable”, señala. “El ascenso de la ultraderecha no es casual”, añade.
Otra cosa es que la tendencia asegure votos. Los jóvenes, más en el tramo de 18 a 24 años que en el de 25 a 30, presentan los menores niveles de participación electoral. También son los más líquidos: el 27,3% de los primeros y el 13,6% de los segundos cambió su voto al menos una vez en las últimas elecciones catalanas. Sí son los más activos en redes: más del 25% difundió mensajes partidistas.
La combinación de estrategias y temáticas y el peso demográfico de esos dos grupos en Lleida, donde jóvenes y mayores suman un 28% de los votantes, apunta a una fuerte subida del voto ulttra medio siglo después de la muerte de Franco.
“Focalizamos el debate en el 17% de jóvenes que parece aproximarse a la ultraderecha, y es normal porque es un fenómeno nuevo y preocupante. Pero eso no debe tapar que un 83% no es así. Es más, suelen ser jóvenes bastante concienciados con temas ambientales o de igualdad”, recuerda la politóloga Cristina Monge. “Dicho esto —añade-, en ese 17% hay un factor de impugnación del sistema, que hoy es la democracia”.