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Las peñas se van de tardeo a los 50

Latacín y El Tozal incorporan al programa festivo de Binéfar la parranda vespertina con música en directo

Un penyista d’El Tozal en primer pla i un altre d’Interchamizos al fons, en la desfilada del 2024.

Un penyista d’El Tozal en primer pla i un altre d’Interchamizos al fons, en la desfilada del 2024.

Lleida

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“La gente prefiere tarde que noche. Y todo lo que sea incorporar actividades y que para la gente de las peñas sea diferencial nos parece genial”, explica Javier Martínez, uno de los responsables de la peña El Tozal de Binéfar. Es una de las dos, con Latacín, que han incorporado a las fiestas de este año, que comienzan mañana, los tardeos, quizás la novedad más destacada del programa junto con los que convoca el ayuntamiento en la calle La Industria el viernes y el sábado. 

Los tardeos de las peñas, con descuentos para sus miembros en las consumiciones, están programados a las 18.30 horas: el jueves en la calle Teruel, junto a la vinoteca L’Antonia y con la música a cargo de Dj Maadraassoo, y el viernes y el sábado en la plaza de la Litera, junto al pub Tau, con el pop electrónico de Modelo y las versiones de Lo mejor de cada casa, respectivamente, en el escenario. En los del programa oficial actúan Rumbitapop y Komoloko. 

“Hoy es una demanda, la gente es más de tardes que de noches”, anota Martínez, que enmarca la novedad en los cambios que se están dando en los hábitos de ocio a nivel general, a los que no resulta ajeno el adelanto a la medianoche de los conciertos principales desde hace unos años. También influye en su incorporación la edad de los peñistas, mayoritariamente carrozas en La Kraba, Latacín y El Tozal mientras los menores de treinta se concentran en Interchamizos. Las cuatro confluyen en Interpeñas, que participa en la organización de los conciertos. “Se ha conseguido que funcione. Y hay futuro”, señala. Interpeñas recoge, aunque solo en el ámbito festivo, el legado de Apebín (Asociación de Peñas de Binéfar), la entidad que aglutinó la explosión de actividades que siguió a la fundación de las primeras peñas, muchas de ellas sucesoras de chamizos (“tugurio sórdido de gente de mal vivir” para la RAE, centro de ocio juvenil autogestionado en la práctica) en los que la juventud organizaba las actividades de ocio que nadie le ofrecía. Eso ocurrió en 1976 (Apebín tradaría dos en nacer), con lo que las fiestas de este año serían, con permiso de la pandemia, las quincuagésimas en las que las peñas salen a la calle. 

“Fue un momento social y políticamente muy intenso, y que revitalizó la vida en el pueblo”, recuerda Javier Sáez, exconcejal de Juventud y que en 1976 formaba parte de la peña Toli-toli, que al año siguiente se fusionaría con Latacín, una de las siete primeras junto con La Kraba y El Tozal, que continúan, y con las desaparecidas La Gayata, El Cetril y El Cascabel, mientras que Binéfar 77 mutó en entidad sociocultural. Las peñas nacieron en Binéfar en pleno tardofranquismo, apenas cinco meses después de la muerte de Franco y a partir de un movimiento aperturista de un ayuntamiento cuyos miembros habían sido nombrados por el gobernador civil y jefe porvincial del movimiento. 

“El alcalde era Joaquín Pano, que fue un hombre muy abierto; no sé si por habilidad o por presiones en su casa”, señala Sáez, quien destaca que las peñas ya participaron en la organización de las fiestas de 1976, cuando todavía faltaban tres años para la elección de los primeros ayuntamientos democráticos. “La gente quería otra cosa. Eso se había ido cociendo durante años de ansias de libertad y de ganas de ser protgonistas de la historia. Y cuando llegó el momento explosionó, y nadie pudo frenarlo por mucho que hubo algunos intentos”, recuerda Sáez. Dos años después, en 1978, llegaría Apebín, un dinamizador clave de aquellos años de transición y de movidas con su cineclub, su espacio de teatro, su taller de música folk y una potente sección deportiva

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