AGUA
Así fue la crecida controlada del río Segre que arrastró casi 8.000 toneladas de sedimentos
La CHE activa un programa para movilizar lodos de los principales embalses y devolver a los ríos la dinámica que les restan las presas. Trece pantanos de Lleida tendrán un caudal específico para ello
La crecida controlada que en noviembre provocó la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) en los ríos Segre y Cinca desde los embalses de Camarasa y El Grado arrastró 7.700 toneladas de sedimentos desde el aiguabarreig de Mequinensa hacia la cola del embalse de Riba-roja, aunque parte de esa cantidad no salió del aterramiento (acumulación de lodo) de la confluencia sino que llegó allí con la propia avenida artificial.

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La primera crecida artificial del Segre en 86 años, de 500 m³/s, llega al Ebro sin daños
Maria Molina
Esa es una de las principales conclusiones de los estudios que la CHE, el Cedex (Centro de Estudios y Experimentación de obras públicas) y varias universidades, entre ellas la de Lleida, han desarrollado estos meses sobre ese fenómeno artificial, según explicó el director de la Oficina de Planificación del organismo de cuenca, Miguel Ángel Garcia Vera.
Otra es que la posterior manga de agua desde el embalse de Mequinensa (57 hm3, con una punta de 1.300 m3/s que se sumó a los cien del Segre) movilizó otras 300.000 tn de sedimentos hasta 10 km en el vaso de Riba-roja, aunque no llegó a provocar su salida del pantano hacia el delta.
Estas maniobras se enmarcan en la Estrategia Gisdhe (Gestión Integral de Sedimentos), que tiene dos objetivos centrales: “recuperar el movimiento sedimentario de los ríos y devolver a estos la dinámica fluvial que han ido perdiendo con las obras” y, también, “recuperar el volumen de embalse que se ha restado”, señaló García Vera.
Esa pérdida por aterramiento alcanza los 160 hm3 en Mequinensa (acumula 12.000 tn cda año), supera los 20 en Oliana, ronda los 30 en Barasona, se acerca al 100% en Terradets y alcanzaba una altura de siete metros en el aiguabarreig.
Una de las vías para movilizar los sedimentos va a consistir en el establecimiento en el nuevo Plan Hidrológico del Ebro de los llamados “caudales generadores” para dar lugar a crecidas artificiales en épocas de disponibilidad de recurso, algo que va a aplicarse en 13 embalses de Lleida y en otros cuatro cuyas aguas cruzan la demarcación.
El aterramiento de los embalses y la modificación de las dinámicas fluviales “es un problema de alta magnitud y ha llegado el momento de empezar a trabajar en él”, indica García Vera, quien llama la atención sobre algunos de los principales escollos que encuentra ese objetivo: la escasa pendiente de los embalses, la finura y cohesión del sedimento y, también, la necesidad de limitar las sueltas de agua para evitar daños en las poblaciones. Eso sitúa los máximos en 225 m3/s en el Segre, 120 en el Pallaresa y 35 en el Ribagorçana.
Con crecidas controladas como la de noviembre, añade, “estamos ensayando, recopilndo inormación y experiencia y trabajando en el diseño para mejorar la gestión”.