El enigma de la nuclear en el Cinca
En Chalamera siguen preguntándose qué habría sido del pueblo de haber acogido la central que el franquismo quiso colocar allí hace 50 años. La renovable releva a la atómica en la zona

Esta caravana de coches viajó a Huesca para protestar contra el proyecto de la nuclear en el Cinca. - AYUNTAMINTO DE CHALAMERA
“En Chalamera, con Chalamera: no queremos central”, cantaba hace medio siglo Joaquín Carbonell, un trovador de banderas rotas que en esas mismas fechas acuñó con La Bullonera aquello de “si vas a Chalamera, dile al alcalde / que yo también me cago en lo que él ya sabe”. Sonaba en la radio, se cantaba en plazas y parrandas y se convirtió en la banda sonora de una prodigiosa movilización popular, aquella en la que no había coche sin la pegatina de NO central nuclear en el Cinca NO y que le paró los pies al franquismo cuando pretendió instalar una central nuclear en esa localidad del Baix Cinca.
“El recuerdo son las canciones, han quedado como un himno. La gente se las pide a la discomóvil a las tantas de la mañana, cuando se acaba la sesión en las fiestas de San Martín”, señala Santiago Villas, alcalde de Chalamera.
Entre un momento y otro, entre aquel sobresalto de abril de 1975, cuando los periódicos y el BOE reseñaron el proyecto de instalar en Chalamera una de las 25 centrales del Plan Energético Nacional, y las últimas fiestas de noviembre, el pueblo ha perdido la mitad de la población: de 237 vecinos en 1970 a 131 hoy. Y muchos de los que quedan se siguen planteando qué habría pasado si en lugar de que no hubiera sido que sí.
“Ahora hay gente que piensa que debería haberse hecho”, anota Villas, quien tiene claro que, de haber salido adelante el proyecto, “todo habría sido distinto”. “Puede que la economía hubiera sido mejor para dos o tres generaciones —plantea-, pero ahora estaríamos viendo cómo se demantela la central porque habría llegado al final de su vida útil. Quizás pasaría como en Andorra (Teruel), de donde la gente se está yendo desde que cerraron la central térmica de carbón”.
Los del pasado que no fue y el futuro que nunca llegará no son, en cualquier caso, los únicos enigmas pendientes de resolver en torno a aquel proyecto. “Salió en el BOE, pero a Chalamera no llegó nunca ninguna carta”, apunta el alcalde, que plantea una duda que, al no haber llegado a existir nunca un proyecto formal, pervivirá sin ser despejada: “Iba a dos kilómetros de Chalamera, y tan lejos no llega el término municipal. Yo creo que en realidad iba en Alcolea, porque en Chalamera no cabe”. Iban a construirla y explotarla las que entonces eran los brazos eléctricos del Estado: Enher, que ya tenía una amplia presencia en la zona con los embalses de Riba-roja, el Cinca y el Ribagorçana, y Endesa.
El pueblo tuvo una intervención tangencial en la movilización, que a una parte del vecindario le dejó la sensación de que, en cierto modo, iba dirigida contra la localidad, y en la que tuvieron un papel principal Aurelio Biarge y Santiago Marraco, que años después dirigirían la UCD y el PSOE oscenses y que presidirían la Diputación y el Gobierno de Aragón, y en el que a través de Coacinca comenzó a despuntar el incipiente movimiento ecologista que luego brotaría en El Serrablo al socaire del despliegue de su tóxico polo industrial. “La movilización fue, casi, contra Chalamera”, anota Villas.
Esa ola de protesta tuvo su punto de mayor intensidad el 8 de mayo de 1975, cuando una caravana de más de 300 coches y furgonetas se plantó ante el Gobierno Civil de Huesca para mostrar su rechazo al proyecto.
Hoy, medio siglo después, desde lo alto de las ripas que sirvieron de escenario a Pedro Saputo y de inspiración de Ramón J. Sender no se ven instalaciones energéticas, aunque en el horizonte, por Fraga, Mequinensa, Velilla, Candasnos, Ballobar y Ontiñena, asoman placas y aerogeneradores que suman más de 700 megavatios de potencia, tres cuartos de los que iba a tener la central nuclear.