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Sedición por receta médica: vecinos de un pueblo de Lleida afrontaron una acusación de un tribunal franquista instigada por el Colegio de Médicos

El siniestro Tribunal de Orden Público se instaló en la Audiencia de Lleida hace ahora 60 años, en la segunda y última salida de su sede madrileña

Miquel Revés fue alcalde de Sarroca de Lleida durante casi seis años y dejó el cargo tras el episodio del TOP y el Colegio de Médicos. - DIPUTACIÓN DE LLEIDA

Miquel Revés fue alcalde de Sarroca de Lleida durante casi seis años y dejó el cargo tras el episodio del TOP y el Colegio de Médicos. - DIPUTACIÓN DE LLEIDA

Lleida

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Lo más bonito es no sentirse culpable de lo que te acusan: entonces es imposible que digas lo que esperan oir”, expone Miquel Revés, alcalde de Sarroca de Lleida entre 1960 y 1965. Fue, como tal, personaje principal de la truculenta historia que vivió el pueblo hace sesenta años, cuando él, cinco concejales y catorce vecinos se sentaron en el banquillo del TOP, el siniestro Tribunal de Orden Público del franquismo, para enfrentarse a una acusación de sedición por la que la Fiscalía pedía doce años y un día de prisión para cada uno de ellos a raíz de una denuncia del Colegio de Médicos.

Revés, un tipo de carácter bonachón que frecuenta el centro de día de Sant Josep, en la Mariola, y que a los 94 años sigue tocando la bandurria y el piano, recuerda con detalle aquel episodio, cuya raíz se hallaba en los roces que la praxis del médico generó con algunos vecinos. Finalmente salieron absueltos tras defenderlos Antoni Sas Cugat, ya fallecido y que en los años 60 compaginaba la abogacía con el activismo en el antifranquismo y en el incipiente renacimiento del catalanismo.

También se acuerda con claridad de cómo discurrió el epílogo: “No hubo condena, pero después me llamó el gobernador, Antonio Serrano Montalvo, para explicarme que había hablado con el Colegio de Médicos. La cosa era que si yo dimitía como alcalde trasladaban al médico lejos de Sarroca, y yo le contesté aquello de que a bodas de convidas...”

El médico, J. M., llegado de Barcelona para atender a los vecinos de Sarroca y de Torrebeses, desplegó algunas prácticas como poco peculiares, como aplicar inyecciones de agua oxigenada, y tratamientos personales tan inusuales como decirle a un paciente que “no te dejaré morir pero no te curaré”, según relataron varios vecinos, tras el juicio, cuando el Colegio de Médicos intentó contextualizar lo ocurrido.

Aunque ese tipo de conductas iban minando la convivencia el médico también tenía partidarios, si bien se concentraban en su familia política, es decir, en la de su mujer, vecina de Sarroca.

A ese núcleo pertenecían los 17 vecinos a los que una delegación del Colegio de Médicos pretendía entrevistar aquel domingo por la mañana en el que se presentó en el pueblo por mucho que, tras haber iniciado una mediación para resolver el conflicto, el ayuntamiento les había hecho saber que no era el día más apropiado porque la casa consistorial estaba cerrada.

“Les dijimos que no viniesen en domingo, porque no les podíamos dejar el espacio, y a pesar de ello vinieron”, recuerda Revés, que todavía muestra estupor al recordar la cadena de hechos. “Al salir de misa me fui a casa, y al poco escuché un alboroto. Al final de la calle había gente gritando y estaba el alguacil, que venía a buscarme con los médicos. La gente, cuando se enteró de que venían a tomar declaraciones y a quién se las querían tomar, se enfadó y se armó un barullo”.

Poco después, y tras apaciguar los ánimos, alcalde y alguacil, que meses más tarde compartirían banquillo, acompañaban a los “dos o tres” miembros de la delegación del Colegio de Médicos hasta el coche, que habían aparcado tras la tapia de un corral, en las afueras, en lo que supone una evidencia de que intuían que su visita podía resultar movida.

“Poco después, el Gobierno Civil nos notificaba que nos pedían doce años y un día de cárcel. ¡Después de acompañarles y que no pasara nada! Pero en Madrid consideraron que eso era un delito de sedición”, explica. Un mes después, y dos años después de haber empezado a funcionar, el TOP se instalaba en la Audiencia de Lleida.

Revés declaró una hora en dos jornadas distintas. “Estaba tranquilo. Uno está tranquilo cuando sabe que no ha hecho mal a nadie. No me podían condenar por nada porque no había hecho nada”, anota.

El edificio de la avenida del Caudillo (hoy rambla Ferran) acogió la segunda, y última, sede itinerante del TOP en sus 14 años de actividad represora, en los que procesó a 72 leridanos.

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