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FÚTBOL REPORTAJE

Fichajes de por vida en el Mollerussa

El Mollerussa, que jugó en Segunda división A en la temporada 1988-89, ofrecía puestos de trabajo para convencer a los futbolistas

Jugadores que se quedaron ya han empezado a jubilarse

José Luis Fernández Ruiz, Antonio Pantoja i Ramon Font, tres dels jugadors fitxats que es van quedar a viure a Mollerussa.

José Luis Fernández Ruiz, Antonio Pantoja y Ramon Font, tres de los jugadores fichados que se quedaron a vivir en Mollerussa. - ALBERT GONZÁLEZ

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Hay fichajes estrella y fichajes relámpago. Algunos son rentables y otros, ruinosos. Pero también existen los fichajes de por vida. Son los que practicó el Club de Futbol Joventut de Mollerussa durante los años ochenta y que permitieron construir un equipo único en sus más de cien años de historia. Fue una época dorada encadenando ascensos hasta llegar a la Segunda división A (1988-89). Algunos de los jugadores que ficharon entonces acabaron asentándose en la comarca, valorando más la estabilidad laboral que el incierto futuro futbolístico. Era la filosofía de una directiva que pretendía de esta forma consolidar un proyecto que arrancó en la temporada 1984-85 con un ascenso a Tercera División.

Para ello, la directiva de entonces contó con la colaboración de diversas empresas locales, no sólo para el patrocinio del club, sino también para ayudar a afianzar los nuevos fichajes ofreciéndoles un buen empleo. Fue el caso de jugadores como el defensa Aurelio Guillén García, que llegó a la ciudad en 1987 procedente del Barcelona Atlético. Le ofrecieron un puesto en la Renault de Mollerussa, empleo que conservó hasta que se retiró del fútbol en 1993. También se quedó Bojan Krkic, padre de la estrella azulgrana. Más de 30 años después todavía quedan algunos de aquellos jugadores viviendo (y jubilándose) en la comarca.

Una de las grandes proezas fue traer deportistas consolidados como Antonio Pantoja, un medio izquierdo sevillano que desde su adolescencia vivía con su familia en Barcelona. Empezó a jugar en 1974 en el Sant Andreu con solo 17 años, para luego recalar en Monzón, el Valladolid B, el Europa, el Oviedo, el Castilla (filial del Madrid) y el Logroñés, hasta que en 1985 vino al Mollerussa con 26 años para quedarse para siempre.Le ofrecieron un empleo en una correduría de seguros y un puesto de titular en un equipo que ya estaba en Tercera. Pantoja era un trotamundos pero en Mollerussa encontró, con ocho temporadas ininterrumpidas, la estabilidad de su vida personal. Tanta estabilidad, que incluso se acabó jubilando el año pasado en la misma empresa que le dio el primer sueldo. “Nos fue muy bien económicamente, también a mi mujer, por lo que decidimos quedarnos para siempre”, recuerda Pantoja. “Pasamos años muy buenos en el club, aunque todo lo deportivo se acaba”.

Ramon Font fue otro de los grandes fichajes. Nacido en La Granada (Alt Penedès) en 1959, empezó su andadura en Vilafranca y en el Júpiter de Tercera División de muy joven. Acabó el servicio militar en 1982 con 22 años y el entonces entrenador Miquel Reina, también de Vilafranca, le convenció para que le acompañara a Mollerussa, entonces en Primera Regional, “pero acepté aventurarme”, recuerda Font. Le ofrecieron un empleo en un matadero de la ciudad como responsable de mantenimiento, pero con el paso del tiempo acabó montando su propia empresa de instalaciones de aluminio con otro compañero de equipo, Pere Sala.

Su proyecto empresarial, el hecho de que su pareja iniciara carrera de enfermería y que ambos tuvieran dos hijos, uno de los cuales también se dedicó al fútbol, hizo que Font ya no abandonara Mollerussa. “Lo he pasado muy mal con el clima, sobre todo con la niebla del invierno y el calor del verano”, reconoce, “pero aparte de esto hemos estado muy bien aquí”.También quedó atrapado José Luis Fernández Ruiz. Empezó su carrera como centrocampista en el segundo equipo del Barça y llegó en 1985 al Mollerussa con 26 años, esposa y un hijo de dos años. Natural del Prat del Llobregat. “La directiva se preocupó por afianzarme aquí”, recuerda Ruiz, a quien le ofrecieron un empleo en las oficinas de una firma forrajera, primero en Vila-Sana y luego en Ivars d’Urgell, donde acabó afincando su domicilio y finalmente jubilándose. “La buena calidad de vida y la seguridad que te da vivir aquí, en comparación con el Prat del Llobregat, no tiene precio”, concluye Ruiz.

El denominador común de todos estos jugadores, incluso de la mayoría del equipo directivo de aquella hornada del CF Mollerussa, es que prácticamente ninguno de ellos se ha mantenido vinculado al club y, ni tan solo, a la práctica del fútbol. Tampoco conservan ni un balón en casa. “Yo tiré a la basura las últimas zapatillas que tenía”, confiesa Pantoja. Admiten que la intensa actividad de sus años como profesional acabaron lastrando su interés por el deporte, pero sí conservan fotos de aquellos años inolvidables sobre el césped.

“Los jugadores no aceptaban venir fácilmente”

Uno de los principales artífices de aquella epopeya futbolística fue Joan Miró, quien fue presidente del club de 1982 a 1991, precisamente los años en que se practicaba una política de fichajes única. “Fue un directivo inteligente, entusiasta y emprendedor, capaz de contagiar sus ganas”, escribió de él el historiador local Miquel Polo Silvestre en el libro que conmemoraba los 80 años del club en 1999. “Eran tiempos en que los jugadores no aceptaban venir a Mollerussa fácilmente”, recuerda su entonces vicepresidente Josep Maria Gaset. Convencer a jóvenes promesas del fútbol de que se instalaran en la capital del Pla d’Urgell, no era una tarea fácil. “Lo que conseguimos no fue nada corriente”, insiste Gaset.

En abril de 1991, poco antes de finalizar una temporada con unos resultados deficientes en Segunda B, la junta directiva presentó su dimisión en bloque. Unas octavillas anónimas repartidas entre los espectadores del Municipal cuestionaban al entonces entrenador del equipo Juanjo Díaz y, sobre todo, el acuerdo que había firmado el club con el Espanyol para convertirse en su filial. Y es que la mayoría de aficionados del Mollerussa debían ser también culés.

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