Desde Lleida hasta Noruega en furgoneta: la aventura de una pareja de leridanos por tierras vikingas
Saunas, Orcas y paisajes impactantes: una travesía de más 12.000 kilómetros con una Fiados Talento

La pareja de leridanos que fueron hasta Noruega con su furgoneta.
Dejar atrás el confort de la ciudad y adentrarse en una aventura en cuatro ruedas por tierras vikingas es todo un reto. La pasada primavera iniciamos desde Lleida una travesía de más de 12.000 kilómetros con una furgoneta Fiat Talento camperizada, que sería nuestra casa durante 30 días y 30 noches. El objetivo de esta empresa era ver el Sol que no se acaba, conocido también como Sol de medianoche, más allá del Círculo Polar Ártico, y para llegar había que cruzar océanos, fiordos e infinitas carreteras dibujadas entre paisajes indómitos llenos de historia y leyendas.

El espectacular paisaje de Noruega desde el Fiat Talento.
Arrancamos. El trayecto hasta el puerto de Hirtshals, a Dinamarca, nos permite estirar las piernas en ciudades como Perpiñán, Luxemburgo, Bremen y Hamburgo. Desde allí el ferri quita el ancla y nos lleva hasta Noruega, donde empieza la aventura.
Como curiosidad, las fronteras noruegas son bastante laxas. No encontramos prácticamente restricciones para entrar ni tampoco al momento de cargar la despiensa de nuestra casa de cuatro ruedas. Lo único que tenemos que dejar atrás son patatas. Queda terminantemente prohibido entrarlas sin una autorización especial, una medida que busca evitar la propagación de enfermedades vegetales.
Conducir por este país escandinavo es toda una experiencia. Les carreteras son estrechas y a menudo de un solo carril, obligando a detenerse para dejar pasar el tráfico contrario en puntos habilidades. Este ritmo lento invita a disfrutar de los paisajes con calma, contemplando fiordos, cascadas y bosques inmensos.

El país escandinavo permite la acampada libre además de 150 metros de casas.
Noruega es un país con un pasado cargado de leyenda. Fue hogar de los vikingos, una cultura guerrera y aventurera que marcó la historia europea entre los siglos VIII y XI. Sus drakkars —barcos largos— surcaron mares y océanos, llegando tan lejos como Norteamérica o las islas Británicas. Esta herencia vikinga se percibe todavía hoy en los pueblos, en la mitología y en la vigencia de personajes folclóricos como los trolls, monstruos que todavía llenan rutas turísticas con magia y misterio. La cultura vikinga no sólo habla de antiguos guerreros, sino que de un pueblo que estimaba la exploración y la conexión con la naturaleza extrema de su entorno.
La aventura por estas tierras no se podría concebir sin sus glaciares, elementos que definen buena parte del paisaje. El Parque Nacional de Folgefonna, con inmensos campos de hielo que brillan bajo la luz del sol de primavera, es uno de los lugares más espectaculares. También hacemos camino hasta el glacial Svartisen, el segundo mayor del país, un inmenso mar de hielo donde el azul se apodera del paisaje y se mantiene un silencio casi absoluto, un lugar donde la inmensidad de la naturaleza se pone de manifiesto en cada respiración.

Nada más revitalizante que combinar una sauna bien caliente con un baño bien frío en un fiordo ártico.
Les ciudades noruegas son también parada obligada. Bergen, con su mercado de pescado y el barrio histórico de Bryggen, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ofrece un contrapunto cultural que conecta con los enormes recursos marinos del país. Trondheim, una ciudad más tranquila, presenta una combinación de arquitectura medieval y moderna que conserva el encanto de un lugar habitado por personas que aman su cultura.
Entre las joyas naturales, la isla de Lovund ha resultado ser uno de los rincones con una atmósfera más mágica. Acoge una de las colonias mayores de Europa de frailecillos, pájaros pintorescos que, durante la época de cría, excavan nidos en el suelo y crean todo un ecosistema que atrae naturalistas y visitantes. Durante el resto del año, los frailecillos pasan la mayor parte del tiempo en alta mar. La afluencia de visitas a Lovund queda muy restringida al sólo poder llegar con un ferri con pocas plazas y que tiene un par de frecuencias al día. Este hecho nos deja sin billete el día de vuelta, lo que nos obliga a hacer una noche más en esta isla tranquila.
Los días se van alargando. Atravesamos el Círculo Polar Ártico. Presenciamos por fin el sol de medianoche, propio de las regiones con cierta latitud. El sol ya no se esconde, un fenómeno de luz constante que puede durar entre 20 y hasta 77 días en puntos como la Polo Norte. Eso tiene un gran impacto en la vida local, ya que permite actividades a cualquier hora del día. Parece que el tiempo se haya detenido. La otra cara de la moneda es el invierno, cuando las horas de luz se reducen drásticamente y la noche se hace presente durante semanas seguidas.

Un monumento metálico en forma de globo terrestre marca el Círculo Polar Ártico de Noruega.
Estamos ya en las islas Lofoten. Nos cautivan por sus casas de colores que se reúnen en pequeñas villas de pescadores con un encanto único, especialmente durante la golden hour, que se alarga horas y horas, acariciando los rayos del sol las imponentes montañas que nacen en el agua. Aquí, la tradición del secado del bacalao ártico continúa más viva que nunca, una práctica centenaria que ha permitido exportar un producto de gran calidad y que religa pasado y presente. En esta aventura no faltan los momentos de contacto directo con la fauna.

Les casas típicas de pescadores se llaman|dicen rorbuer. Son de madera y a menudo pintadas de rojo.
En el cañón de Bleik, en las islas Vesterålen, tenemos la suerte de observar a una familia de orcas de bien cerca, una imagen que no se puede olvidar fácilmente. Este espectáculo natural es un regalo para los ojos que recuerda la importancia de preservar este ecosistema frágil.

Por su profundidad y riqueza de bancos de peces, es un lugar donde grandes cetáceos menudean para alimentarse.
De aquí nos acercamos a la isla de Senja, uno de los territorios menos turísticos y con los paisajes más diversos y vírgenes del norte del país, con uno sin fin de rutas salvajes para los amantes del senderismo.

Vista de una de las formaciones más bellas de la isla de Senja desde el otro lado del fiordo que lo engulle.
Ya en las postrimerías de la aventura nos adentramos en un territorio inhóspito, descubrimos la cultura indígena sami en la Laponia noruega, con sus tradiciones ancestrales y una manera de vivir muy ligada al respecto por la naturaleza. Este encuentro nos aporta una perspectiva diferente sobre cómo las personas pueden convivir en harmonía con su entorno extremo.
Ahora sí, media vuelta. Subimos hacia el sur por carreteras suecas. Nos espera un largo camino para asimilar todo lo que hemos vivido. No será fácil volver a la rutina.