La presión estética en el adolescente puede desencadenar problemas en la alimentación
Desde la pandemia, los ingresos por trastornos de la conducta alimentaria en menores aumentaron un 28% anual en el grupo de 10-14 años. Expuestos a estándares irreales, amplificados por redes sociales

La presión estética en el adolescente puede desencadenar problemas en la alimentación
Los ingresos hospitalarios en el territorio estatal por trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en menores han aumentado un 11% anual desde 2016, con un preocupante repunte del 26-28% anual en el grupo de 10 a 14 años desde 2019. A nivel global, estos ingresos llegaron a duplicarse después de marzo de 2020, según el estudio Hospital Admissions for Eating Disorders in Children and Adolescents in Spain: A Population-Based Study del International Journal of Eating Disorders. No es una coincidencia, ya que la presión estética, intensificada por las redes sociales, empieza a afectar cada vez más temprano. Se ha detectado que desde los 7 años muchos niños manifiestan inquietud por su apariencia, influenciados tanto por lo que consumen en internet como por su entorno cercano.
La clásica operación bikini ha cambiado de nombre y ahora se conoce como summer glow up. Está circulando un desafío que pone los pelos de punta: el 75Hard. Consiste en mantener durante 75 días una alimentación estricta, hacer ejercicio diario, tomar una foto del cuerpo cada día para seguir los progresos y leer al menos 10 páginas diarias de un libro de no ficción. Plantea que durante estos días se entrene 2 veces al día, 45 minutos en cada sesión, y recomienda beber casi 4 litros de agua. Además, anima a una alimentación sin ultraprocesados, ni procesados de baja calidad nutricional, donde los antojos se resuelven con versiones fit.
En TikTok también hay una comunidad llamada skinnytok que hace apología de la extrema delgadez. La polémica campaña de la farmacéutica Novo Nordisk para hablar “sin filtros” de la obesidad, generó rechazo en las redes, pues la tildaron de gordófoba. La explosión de los fármacos antiobesidad (Ozempic) y el auge de comunidades virtuales que promueven la delgadez han vuelto a poner contra las cuerdas a las corrientes de diversidad y autoaceptación.
El sentimiento de pertenencia es clave en la autoestima de los adolescentes, lo que explica las conductas imitativas entre sí. Por eso es importante que los y las adolescentes puedan adquirir argumentos críticos, así como herramientas tanto intelectuales como emocionales, para hacer frente a la presión estética actual, según la doctora Marta Carulla-Roig, psiquiatra infantil y juvenil del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. “No se trata de criminalizar a la cirugía estética ni tampoco a las modelos y a las redes sociales. Se trata del uso que hacemos de las cosas. Otra cuestión es el impacto tan grande de las redes sociales, esa presión estética, y también esa accesibilidad a hacerse tratamientos de cirugía plástica y estética. Y, sobre todo, no idealicemos la delgadez, no idealicemos el cuerpo estético que nos imponen. Esta es la cuestión”, señaló en Catalunya Ràdio. No todo lo que visualizamos en las redes sociales es real, ya que la mayoría de fotografías suelen estar retocadas con filtros o programas de tratamiento de la imagen.
¿Hasta qué punto la presión estética afecta hoy en día a la salud mental de los adolescentes?
En nuestra sociedad, muchos jóvenes sienten la necesidad de cumplir ciertos estándares de belleza. Cada generación ha tenido los suyos y esto hay que decirlo, pero ahora la influencia es mayor en ellos, por lo que es fácil entender que los más afectados por esta presión, por estos deseos, acaben por tener problemas en la autoestima, la ansiedad, la depresión y los trastornos alimenticios.
¿Qué papel juega la gordofobia en la construcción de la autoimagen de los jóvenes?
Este controvertido término, gordofobia o bien obesofobia, está señalando el rechazo a las personas que presentan obesidad, lo cual se define mejor como “estigma por peso”, para llegar más tarde a la “discriminación por peso”. En jóvenes lo vemos a través del bullying cuando está dirigido hacia otros. Cuando va dirigido hacia uno mismo, por el método de comparación constante con un modelo inadecuado, es fácil que lleve a trastornos en las áreas antes comentadas.
¿En qué momento una preocupación por el físico puede derivar en un trastorno psicológico o de conducta alimentaria?
Los llamados trastornos de la conducta alimentaria (TCA) están facilitados por diversos factores, que participan en distinta proporción en cada caso a tratar. Tenemos en cuenta la presión social, pero también la autoestima, así como los factores biológicos y genéticos. La adolescencia es la etapa de mayor vulnerabilidad, según múltiples estudios. En esta etapa, de “normal insatisfacción” comienzan múltiples dietas. También, en nuestros servicios asistenciales, es la etapa donde se presentan los debuts de la mayoría de los casos, tanto en mujeres, como en hombres, no nos olvidemos de ellos. Remarco esto último porque hay tendencia de construir un discurso en femenino, cuando se mencionan TCA.
¿Qué impacto tienen los retoques estéticos o filtros digitales en la percepción corporal de los más jóvenes?
Está claro que un filtro altera la realidad, por lo tanto, facilita dos cosas: Si lo ve en los demás, en la red, se potencia el deseo de parecerse a esa persona de referencia, la que influye en su vida, por lo que estará frustrada por no conseguir el parecido suficiente y probablemente recurra a medios para acercarse, parecerse, como puede ser la cirugía estética o bien el uso de filtros en el menor de los casos. El uso de estos “filtros guapeadores” para presentarse en sociedad, conllevará más tarde mayor esfuerzo en “dar la cara”, por lo que es probable que se practique la conducta de escape. Voy a repetir aquí, lo mismo que para los TCA, el tema de género, ya que mujeres y hombres usan filtros.
¿Cómo puede abordarse desde las familias y los centros educativos la presión estética en la adolescencia?
Hace falta una orientación para desarrollar una imagen corporal positiva y saludable. Una estrategia para las familias es comunicarse abiertamente, lo cual es especialmente difícil en la adolescencia, ya que hay que haberlo trabajado antes. Luego tenemos la posibilidad de hacer de modelo, de modelar con el ejemplo, evitando comentarios hirientes o jocosos sobre personas con cuerpos no normativos y practicando algo de ejercicio físico, que no siempre tiene que ser igual que acudir al gimnasio. En la escuela, trabajar el currículo añadiendo temas de aceptación corporal, promover el ambiente inclusivo, capacitando a los docentes. Por último, y no menos importante, trabajar con la figura del psicólogo educativo de referencia para ese instituto, que será parte de la formación general y también de la detección precoz de esos primeros casos, para poder derivarlos eficazmente, es decir, sin pérdida de tiempo y al lugar adecuado.