URBANISMO
Personas con movilidad reducida constatan problemas de accesibilidad en muchas calles de Lleida
Salir de casa, cruzar la calle o ir a comprar se convierte en un desafío para muchos leridanos con movilidad reducida a causa de las barreras arquitectónicas. Maite Torà, expresidenta del Orfeó Lleidatà y usuaria de silla de ruedas, documenta a través de su Instagram todas las dificultades que se encuentra en su vida cotidiana

Para Maite Torà, un bordillo alto o un paso de peatones mal ubicado puede suponer una auténtica limitación - AMADO FORROLLA

Algunas situaciones cotidianas con las que se encuentra Maite diariamente y que denuncia en su cuenta de Instagram.

Algunas situaciones cotidianas con las que se encuentra Maite diariamente y que denuncia en su cuenta de Instagram.

Algunas situaciones cotidianas con las que se encuentra Maite diariamente y que denuncia en su cuenta de Instagram.

Algunas situaciones cotidianas con las que se encuentra Maite diariamente y que denuncia en su cuenta de Instagram.

Cada vez que sale de su casa, Maite tiene que planear el recorrido al milímetro para no encontrarse con sorpresas. - AMADO FORROLLA
Esta ciudad no es nada amable con nosotros”, lamenta Maite Torà, una leridana que se mueve en silla de ruedas desde hace cuatro años. Su declaración resume la situación de muchas otras personas con movilidad reducida cuando salen a la calle, donde las aceras estrechas, las rampas con mucha pendiente y los bordillos son para ellos barreras arquitectónicas. Antes de prejubilarse en 2020, Maite fue presidenta del Orfeó Lleidatà y dirigió la Agrupació de Defensa Vegetal de les Terres de Ponent, la primera en Catalunya. A sus 68 años, ha decidido estrenarse como influencer y abrir un perfil de Instagram, ‘@maite_sobre_rodes’. En él, comparte su día a día en una ciudad llena de obstáculos. “Antes de que me diagnosticaran mi enfermedad, no tenía consciencia de que un bordillo de cuatro centímetros podía resultar inhabilitante”, explica. A través de sus publicaciones, Torà pretende concienciar a sus seguidores y promover cambios reales.
Su testimonio refleja una realidad que las cifras reafirman: según un estudio reciente de la Paeria, una de cada tres aceras de Lleida no es accesible. En algunos barrios, esta proporción llega a ser de ocho de cada diez, lo que equivale a unos 123 kilómetros de vías que no cumplen con la normativa. Ante esta situación, el ayuntamiento anunció hace unos meses el inicio de la redacción del plan de accesibilidad, con el objetivo de “garantizar un entorno que permita a todas las personas acceder de manera autónoma y sin discriminación”, según afirmó la concejala Cristina Morón. Está previsto que el documento quede terminado en 2027. Se trata de un proyecto que beneficiaría directamente a casi un 30% de la población, según datos del gobierno municipal. Sin embargo, asociaciones y usuarios se muestran escépticos ante la falta de resultados visibles. “Los planes suenan bien sobre el papel, pero la realidad en las calles es distinta”, asegura Ton Montardit, portavoz de Aspid. También recuerda que un antiguo informe constató que apenas el 40% de los locales del Eix Comercial de Lleida estaban adaptados. Montardit indica que, aunque en el último año ha habido algunos progresos, también se han llevado a cabo obras que no se han hecho bien: “En Rambla Ferran, la última reforma ha rebajado el nivel de la acera y ahora muchos comercios tienen un escalón de 10-15 centímetros que impide el acceso”. Señala que desde Aspid defienden que cuando se hace una actuación urbanística hay que considerar todos los factores para no romper la cadena de accesibilidad. También cuestionan los plazos del plan de accesibilidad: “No puede ser que un proyecto así tenga un calendario de cumplimiento de ocho años; es demasiado tiempo para un problema que afecta a miles de personas a diario”, comenta Montardit. El portavoz de Aspid cree que algunas intervenciones siguen siendo superficiales y que el problema es la falta de coherencia a la hora de implementar cambios. “Las aceras tienen un promedio de noventa centímetros de anchura, y si allí haces una rampa, queda estrecha y la silla no puede pasar”, detalla. Considera que para solucionarlo se podría suprimir aparcamientos y ampliar la acera, pero esto requiere mayor inversión y, por ende, más presupuesto. “El ayuntamiento ha hecho un plan parcial”, afirma. Tanto Maite Torà como Ton Montardit coinciden en que la accesibilidad no es solo una cuestión urbanística. Es calidad de vida y libertad para muchas personas que se sienten invisibles en una ciudad que les ignora reiteradamente.
El transporte público: una asignatura pendiente en la ciudad
La falta de accesibilidad en el transporte público supone un reto para las instituciones leridanas. A pesar de los intentos del ayuntamiento por hacer más accesible la flota de autobuses urbanos, usuarios con movilidad reducida denuncian que los avances son lentos y las incidencias frecuentes. En octubre, la Paeria aprobó un nuevo reglamento del servicio de transporte urbano que incorpora mejoras en el Código de Accesibilidad, pero las quejas vienen de tiempo atrás: “Hace años que los autobuses deberían tener rampas obligatorias, tanto automáticas como manuales, porque fallan y el pasajero se queda en tierra”, explica Ton Montardit, de Aspid. Desde esta asociación señalan que algunos vehículos de servicio público no activan las rampas por falta de mantenimiento y hay problemas constantes. “No es raro que un conductor tenga que pasar varios minutos intentando desplegarla o que directamente siga la ruta sin recoger al pasajero”, añade Maite Torà. Afirma que siente miedo cada vez que quiere usar el transporte público porque nunca sabe si va a poder subir. Torà subraya que estas situaciones son más comunes de lo que parecen. “Cuando una rampa no funciona, el autobús sigue su ruta como si nada, pero si tuviera un cristal roto, no continuaría el servicio”, explica. A finales de septiembre, la Paeria exigió a Autobusos de Lleida reparar todas las rampas que presentaran deficiencias, después de que un usuario en silla de ruedas denunciara no haber podido subir a cuatro buses seguidos porque ninguna funcionaba. El plazo para hacer las reparaciones expiró el 30 de octubre.