ANIVERSARIO
El último tributo de franquistas de Lleida
Más de quinientos leridanos acudieron en una docena de autocares al entierro de Franco en el Valle de los Caídos. Un hermano de Ernest Corbella, quien sería alcalde, falleció en el regreso

Parte de la expedición leridana en Rambla Ferran antes de partir hacia el Valle de los Caídos. - JCM
Andaba yo con mis cosas en la redacción de la vieja La Mañana de la calle San Anastasio, ahora calle Democràcia, cuando sonó el teléfono de mi mesa. El director, Emilio Rey, me llamaba a su despacho. Estaba con Miguel Gómez Benet, entonces jefe de la Guardia de Franco y posteriormente encausado por su pertenencia a la extrema derecha. “Vas a ir a Madrid a cubrir el entierro de Franco”, me dijo. Recién cumplidos los 20 años y con tan solo cuatro meses en la casa, aquello, más que un honor, me pareció un marrón. Y ahí me tienen a las diez de la noche del sábado 22 de noviembre, con americana, camisa blanca y corbata negra por si acaso (mi madre fue tajante en este punto) y protegido por la trenca universitaria con capucha, en los 70 de máxima moda, bloc, bolígrafo y cámara, una Olympus diminuta, en Rambla Ferran, donde se alineaban en fila india una docena de autocares para acoger a los cerca de 500 leridanos, la mayoría por devoción y otros por compromiso, dispuestos a viajar hasta Madrid. No faltaba nadie de la vieja guardia franquista: excombatientes, veteranos de la División Azul, caballeros legionarios, miembros de la Guardia de Franco, de la Falange, del Frente de Juventudes... Gómez Benet me ubica en el autocar número dos, el de la Legión. A las once se encienden los motores. El viaje -entonces no había autopista-, se hace interminable. Mucho trasiego de botellas de coñac, que iban de delante hacia atrás en viajes de ida y vuelta, y entre sorbo y sorbo canciones a voz en grito de “Yo tenía un camarada”, “Cara al sol”, “Soy el novio de la muerte” y otras muestras del cancionero franquista. Tras parar en el mítico 103, pinchazo nada más salir de Guadalajara. El conductor, pese a la ayuda, tardó en cambiar la rueda y llegamos al Valle de los Caídos con retraso, lo que nos hizo perder el lugar reservado por la organización. Mañana gélida. Al filo del mediodía comienzan a desfilar autoridades. Aplausos entusiastas a Pinochet y entusiasmo no indescriptible con Juan Carlos. Silencio sepulcral, eso sí, brazo en alto, al paso del féretro de Franco. Sobre las dos de la tarde ha acabado todo. El presidente de la Diputación, Juan Casemiro Sangenís, se acerca a saludarnos. Un ligero refrigerio y de regreso a Lleida. A la llegada (no había móviles) nos enteramos de la muerte del leridano José Corbella Albiñana, exalférez provisional, víctima de un infarto cuando regresaba a Barcelona. Era el hermano mayor del que poco después sería alcalde de Lleida durante la Transición, Ernesto Corbella, que en 1979 entregaría la vara de Paer en Cap a Antoni Siurana, ganador de las primeras elecciones municipales democráticas desde la Guerra Civil.