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Hablar de Organizaciones empresariales, sociales o políticas es hacerlo de entidades con un denominador común, la necesidad de contar con la figura de un líder. ¿Existe un liderazgo político, social, capaz de gestionar la situación actual entre Cataluña y el resto de España o los conflictos abiertos en el panorama internacional? El líder es aquella persona capaz de escuchar a los suyos, de dibujar un escenario alcanzable y avanzar en la consecución de esos objetivos. El antilíder es una figura soberbia que no escucha y que tira adelante olvidando a una parte de los suyos. ¿Tenemos líderes o antilíderes? Si miramos las definiciones dadas, a todos nos será fácil identificar en el tablero político actual nacional e internacional a más de uno que cumple con los requisitos para optar a la posición de anti líder. En cambio, el papel de líder no está siendo asumido por una persona y sí por Grupos con una clara visión de sus objetivos y una alta determinación en conseguirlos. Líderes, estos últimos, capaces de dictar al “pseudolíder” cuál es el camino y hasta el papel que él deberá asumir.

La toma de decisiones. ¿Proceso inteligente o reflejo?

A un líder se le mide por el acierto de las decisiones que toma. Dice el neurocientífico Nicola Canessa que tomar decisiones implica encontrar opciones a la solución de un problema y ser capaz de seleccionar aquella que tiene mayor probabilidad de alcanzar el mejor resultado. La parte de la neurociencia cognitiva que se encarga de estudiar los procesos cerebrales capaces de decidir una determinada respuesta, se denomina neuroeconomía y tiene en cuenta factores como el contexto, las experiencias, las motivaciones y las expectativas que se pretenden alcanzar. Al tomar decisiones, las personas contamos con dos opciones: la primera, que cuenta con la mediación de procesos cognitivos y la segunda, que sigue una vía directa en la que el individuo emite una respuesta refleja sin la mediación de circuitos cerebrales. Canessa pone el ejemplo de cómo al poner la mano en el fuego, la apartamos instantánea y sin esperar a que llegue la información al cerebro.

¿Estarán nuestros políticos, líderes y antilíderes aplicando respuestas reflejas a decisiones complejas que deberían entrañar criterios propios de nuestra corteza cerebral?

S.O.S a Daniel Kahneman

Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel de Economía en el año 2002, sin ser economista, sino psicólogo, basó sus investigaciones en la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre. Ni más ni menos que en contextos como el actual. El investigador explica cómo el ser humano es capaz de tomar decisiones que se apartan de las leyes generales. En el estudio de dichas desviaciones, los investigadores ponen de manifiesto cómo el cerebro humano visualiza posibles escenarios afectivos que llevan a que, en ocasiones, las decisiones de algunas personas no puedan ser explicadas en términos racionales. Ante un contexto general como el actual, sería bueno que nuestros dirigentes, sean del ámbito que sean, tengan en cuenta los sabios consejos de Daniel Kahneman o le envíen un SMS certificado, pidiéndole alguna recomendación al respecto.

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