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Hay asuntos que no deben de salir del foco de la actualidad, Y este es uno de ellos. Ya saben que, desde el Gobierno, Nadia Calviño ha hecho como que ha tomado nota de la queja de miles y miles de ciudadanos que han asumido como suya la de Carlos San Juan, un médico jubilado de Valencia harto de que en su entidad bancaria le remitan a los cajeros o al ordenador cada vez que tiene que hacer una gestión. Y José María Roldán, presidente de la Asociación Española de la Banca, ha dejado dicho que toman nota y que cada entidad adoptará su propia hoja de ruta.Lo cierto es que los mayores –y no tan mayores– se sienten excluidos a cuenta de la digitalización, que sin duda tiene grandes beneficios para los consejos de administración, que ven crecer sus cuentas de resultados al prescindir de miles de trabajadores, y que se quedan en el paro a unas edades en que difícilmente podrán volver al mundo del trabajo.

Ciertamente, la digitalización forma parte del presente, con todas sus ventajas e inconvenientes, pero eso no debería de excluir que tanto las entidades bancarias como la administración y empresas de todo tipo supriman la posibilidad de que los usuarios se comuniquen con una persona en vez de con una máquina.Seas o no seas mayor, es desesperante llamar por teléfono a cualquier entidad pública o privada y estar escuchando una voz grabada durante unos cuantos minutos. La voz grabada, claro, no puede ofrecer respuesta a tus dudas o demandas, así que, si te presentas ante esa entidad y consigues hablar con alguien, lo habitual es que te remita a una página web y se queden tan anchos.Insisto en que la digitalización es el presente y, por tanto, forma parte de la realidad, pero sin caer en el papanatismo de que son todo ventajas. Creo que las empresas, sean de lo que sean, y desde luego la administración, que decidan atender con personas a los usuarios terminarán teniendo mejores resultados que si te remiten a una web.Y ahora, a esperar, tal y como ha anunciado el presidente de la Banca, la decisión de cada entidad a una demanda tan simple como esta: somos mayores pero no tontos.

Lo que implica que, ya que tienen nuestros ahorros, nos traten con consideración y cuando vamos al banco en vez de entendernos con el cajero nos entendamos con uno de sus empleados. Qué tiempos estos en los que hay que reclamar lo obvio.

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