Igualito que los mayores

Bueno, igualito no. Porque la delegación española acabó tercera, con récord de puntuación (cosa que no ocurre con la edición sénior) y la audiencia fue infinitamente menor, pero el caso es que Eurovisión Junior se asemejó muy mucho a la cita de los mayores. Es más, la mayoría de los concursantes parecían clones y, aunque el certamen estaba reservado a cantantes entre 9 y 14 años, el vestuario, peluquería y maquillaje los convertía en artistas de veinte. Escenografía y realización idénticas y hasta los comentarios parecían entresacados del festival grande. Pero lo peor no fue eso (y aún hay que agradecer que fue relativamente ágil y sin demasiados cortes publicitarios), sino el sistema de votación. Y ahí sí que copiaron los defectos de los adultos. ¿Para qué está el jurado de verdad si luego su fallo no sirve para nada? Oficialmente, ganó Kazajistán, pero el voto popular le dió la victoria a la anfitriona Polonia después del error que cada país pudiera votarse a sí mismo, con lo cual la ventaja estaba en quien tuviese más peso en sus redes sociales. Un desbarajuste, vaya.