Las lágrimas de un alcalde
Los alcaldes, en general, no son de lágrima fácil. Suelen controlar sus sentimientos mostrando firmeza o poniendo cara de póker. Sin embargo, en el Grand Prix de este lunes vimos cómo el alcalde de L’Arboç, Joan Sans, se rompía cuando tras una decisión suya, su pueblo, que tenía las semifinales al alcance de la mano, quedaba eliminado. L’Arboç cerraba el programa con la última pregunta de la prueba del Diccionario. Si la acertaba, pasaba. Si fallaba, quedaba fuera. El Diccionario consiste en adivinar si la definición que el programa da a una palabra es cierta o no. El asesor y el padrino, apostaron por el no, pero el alcalde, dijo que sí. Y la respuesta correcta fue no. Podía haberlo solventado con un “lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a pasar”, pero asumió como propia la eliminación de L’Arboç y de manera no disimulada iba soltando lágrimas mientras presentadores, rivales, los madrileños de Cabas de la Sagra, y el público intentaban consolarle coreando su nombre. Dicho esto, el programa ha vuelto a las andadas, finalizó pasada la una de la madrugada. No tiene remedio.