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La compleja reemergencia económica de Irán

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El acuerdo sobre el conflicto nuclear, alcanzado el 14 de julio de 2015 en Viena, resituó a Irán en vías de convertirse en la gran potencia reemergente del Golfo Pérsico. El país sufrió un largo, costoso y efectivo embargo internacional que asfixió una economía dependiente de las exportaciones energéticas que cobija las cuartas reservas mundiales de petróleo y las segundas de gas. La victoria del clérigo moderado y pragmático, Hassan Rohani, en las elecciones presidenciales, en junio de 2013, facilitó el cierre de un acuerdo político con EEUU.

El pasado 16 de enero, tras un informe positivo del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) empezaron a levantarse gradualmente las sanciones financieras e internacionales. Las expectativas creadas son grandes. Se abre un mercado con el mayor potencial de crecimiento de Oriente Medio. Irán tiene unos 82 millones de habitantes, el 70% vive en las grandes ciudades como Teherán. El país posee, además de sus colosales recursos energéticos, unos buenos recursos humanos para levantar la economía. Destacan unas dinámicas clases medias y una juventud formada, motivada y ansiosa de abrirse al exterior tras décadas de presión y aislamiento político y económico internacional. También cuenta con una destacada diáspora en el extranjero, unos 4,5 millones, que pueden ayudar a reintegrar el país en la economía global.

Para canalizar toda esta vocación emprendedora y crear empleo, Irán precisa capitales. En primer lugar, repatriar los fondos iraníes bloqueados en el exterior debido al embargo internacional. También, atraer las inversiones extranjeras que aporten más capitales y la transferencia de tecnología y de gestión empresarial, necesarios para poder modernizar el envejecido aparato productivo y las anquilosadas infraestructuras del país.

Pero después de cinco meses, la economía no acaba de arrancar. Persisten trabas externas e internas que crean unas incertidumbres que demoran el ritmo de unas inversiones exteriores que exigen más seguridad jurídica.

Una parte significativa de las sanciones internacionales siguen vigentes. EEUU empezó a levantar las relacionadas directamente con el programa nuclear iraní. Pero mantiene otras, decretadas para frenar el desarrollo del programa iraní de misiles balísticos, que siguen su curso. La UE levantó sus propias sanciones sobre el dosier nuclear y dio luz verde para transferir fondos a y desde Irán. Los bancos iraníes ya pueden establecerse en la UE y los bancos europeos abrir oficinas de representación, sucursales o filiales en Irán. Se mantienen determinadas restricciones relacionadas con el terrorismo y la situación de los Derechos Humanos en Irán. Algunas seguirán vigentes hasta 2023 y 2025.

Irán sólo logró repatriar una parte de sus capitales bloqueados en el extranjero. Y aún no está conectado con el sistema de pagos internacional que utilizan los grandes bancos para canalizar en dólares las transacciones financieras y comerciales (SWIFT). Las cartas de crédito internacionales aún no son operativas en el país. La posición de EEUU crea incertidumbres en muchos inversores europeos.

A los problemas externos se le suman los internos. El presidente Rohani es un reformista dentro del sistema. El poder efectivo del país está, desde hace 27 años, en manos del ayatolá Ali Khamenei, el guía supremo del sistema teocrático chuta iraní, que cuenta con el apoyo de los 128.000 Guardianes de la Revolución. Unos grupos conservadores y religiosos que retienen el poder económico, financiero y militar de la República islámica. Controlan férreamente las instituciones, desde la economía y la justica a los medios de comunicación, se muestran muy recelosos ante toda apertura al exterior y siguen reprimiendo a los grupos más reformistas del país. Incluso condicionaron el resultado de las pasadas elecciones legislativas del 26 de febrero y 29 de abril. Mientras tanto, el sector privado, muy emprendedor, sigue condicionado por el poder exorbitante de un aparato estatal que controla el 80% de la economía, incluyendo los estratégicos sectores energéticos.

A pesar de los citados problemas externos e internos, nuestras empresas deben apostar y posicionarse en el mercado iraní. Ya cuentan con una buena presencia y experiencia en otros países de la región. Irán es un país petrolero con una base industrial y de servicios que precisa ponerse al día. Ofrece grandes oportunidades de comercio y negocios en casi todos los sectores económicos. Su economía está mucho más diversificada que la Saudita. Y, a pesar del bajo coste de los precios del petróleo, el PIB podría crecer más de un 5% durante la próxima década.

El pasado 15 de junio, ACCIÓ, organismo de la Generalitat de Catalunya facilitador del comercio exterior, organizó en Barcelona un seminario sobre Irán al que asistieron más de 150 personas. Los empresarios deben informarse, y asesorarse convenientemente, sobre el complejo sistema jurídico del país para disponer de una afinada radiografía de los riesgos, pero también sobre las oportunidades actuales y futuras. Y viajar para conocer in situ las características específicas del país, conectar con viejos o nuevos socios, etc. Hay que remarcar que cuenta con empresarios muy emprendedores y bien conectados con la diáspora exterior.

Como todo mercado política y culturalmente complejo, el iraní requiere tiempo, paciencia y persistencia.

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