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El curso que viene

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De mi época escolar recuerdo que al finalizar un curso, te preguntabas como iba a ser el siguiente, y es que eras consciente de que existían dos tipos de diferencias que te podían afectar mucho: si era más difícil o muy distinto. De esto te enterabas por tus hermanos mayores o los de un amigo, y sus experiencias se convertían en tus referencias para prepararte mentalmente y organizarte el estudio. De este modo aprovechabas lo que ellos habían aprendido sobre las dificultades del nuevo curso para sortear, al menos, algunas de ellas.

Como sigo funcionando por años escolares, aprovecho el verano para descansar y plantearme el curso que viene, y este año… va a ser de los gordos y sólo basta con dar una ojeada al panorama para darse cuenta de ello: ¡será mucho más difícil y radicalmente distinto!

Como consultora, mi labor es apoyar a las empresas a resolver las dificultades de su día a día y orientar su evolución para afrontar los retos que plantea el futuro. Y en esta ocasión, creo que dar el aviso sobre lo que está aquí, a la vuelta de la esquina, es lo mejor que puedo hacer ahora a través de estas líneas.

Ya ha quedado atrás la época en la que se planteaba la necesidad de cambio dentro de las organizaciones, porque lo que se requiere ahora es una transformación completa. No basta con introducir variaciones parciales en las formas de liderar a las personas y de dirigir las actividades, sino que se requiere implantar en todos sus estamentos, procesos y actividades formas de pensar y actuar que nada tienen que ver con las actuales. Y eso asusta.

Toca desaprender, alejarse de prácticas antiguas que dieron resultado en siglos pasados pero que resultan no ya inútiles sino hasta contraproducentes en el actual. Si esto para cualquiera es duro, para un directivo lo es más porque tiene mucho más que perder y encima, carga con la responsabilidad de tomar decisiones sobre un futuro que no es capaz de visualizar ni de gestionar.

Abandonar la pose de “lo sé todo” es esencial para poder poner encima de la mesa los problemas que están sin resolver y los nuevos que aún no se han detectado. Sin la humildad suficiente para admitir que no se tienen todas las respuestas, no se pueden plantear las preguntas que necesitan ser respondidas. Y sin ese inicio, no hay camino que recorrer.

Otro de los cambios más esenciales es dejar atrás el modelo mental que busca la certeza, la previsión y la estabilidad. Actualmente está en todas las capas de las organizaciones, arraigado en unos procesos definidos y unas culturas empresariales orientadas a consolidar y perpetuar el estado actual de las cosas. Al igual que los globos necesitan soltar lastre para elevarse, las personas y las empresas necesitan desprenderse de todo lo que les impide avanzar.

También hay que desterrar una forma de dirigir propia del despotismo ilustrado “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Relegar la escucha y participación a los estudios de clima o barómetros de compromiso equivale a creer que la boda es el matrimonio. El directivo que se precie, tiene que moverse en las distancias cortas y estar dispuesto a escuchar lo que es muy posible que no le vaya a gustar, no una vez al año, sino todos los días. Así descubrirá que su gente, que está sobre el terreno, tiene mucho que opinar y aportar en la evolución de la empresa.

Y queda mucho más por plantear… pero agoté el espacio disponible para el artículo. Lo dicho, se avecina un curso muy duro y repetir no es una opción. ¿Estás preparado?

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