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El realismo mágico dibuja Canadá

El cartell de l’adaptació, homenatge a la portada original del còmic.

El cartel de la adaptación, homenaje a la portada original del cómic. - FILMIN

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Los aficionados a los cómics conocerán, muy probablemente, la trilogía de Essex County (2011). La que fuera la primera colección de novelas gráficas de Jeff Lemire (Sweet Tooth, Black Hammer), publicada por la editorial independiente canadiense Top Shelf Productions y compuesta por Tales from the Farm, Ghost Stories y The Country Nurse, llegó a considerarse como una de las cinco esenciales de la década según Canada Reads. Se trataba de tres historias cortas enmarcadas en el condado de Essex, en Ontario, que giraban en torno a tres personajes cuyas vidas se entrecruzaban. Por un lado estaba Lester (Finlay Wojtak-Hissong), un joven que se había mudado con su tío Ken (Brian J. Smith) tras la muerte de su madre; también conocimos a Lou (Stephen McHattie), un anciano que padece Alzheimer y divaga sobre el pasado y el presente; y Anne (Molly Parker), una enfermera cuya principal función en la trama era la de servir como nexo a la realidad para el resto de personajes. Porque tanto el cómic como la adaptación a la pequeña pantalla de Essex County, dirigida por el también canadiense Andrew Cividino (Piscina infinita, Sleeping Giant), tienen un trasfondo de realismo mágico que representa, en palabras de Filmin, “un estudio íntimo de una excéntrica comunidad agrícola y una tierna meditación sobre la familia, la memoria, el dolor, los secretos y la reconciliación”. A través de cinco episodios de unos 43 minutos de duración, la cinta de la CBC supera cualquier expectativa con respecto a la obra original. Encabezada por el propio Lemire y con el apoyo de Eilis Kirwan (La verdad oculta, Nurses) como showrunner, aquí algunos personajes como Lester, Ken o Anne tienen un aspecto renovado y mucho más espacio para brillar que en las viñetas en las que nacieron. Tampoco era sencillo llevar a cabo esta adaptación, e incluso hubo un intento fallido con una productora estadounidense. Aunque se trata de una historia con un dilatado acento canadiense –no en vano, gran parte del reparto y de la producción son canadienses–, algo que puede no terminar de encajar con nuestra concepción de la sociedad, tanto la belleza implícita en todo dramatismo que acompaña el guion como la épica agregada con respecto a la novela gráfica, hacen que merezca, y mucho, la pena. Y digo pena porque podremos catalogarla como evocadora, minimalista, sensible, pero en ningún caso de historia alegre.

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