PERFIL: J. K. Rowling
¿Por qué la autora de ‘Harry Potter’ hace lo posible para conseguir que la detengan por tránsfoba?

Rowling, vista per Edgar Becerra Pajares
Cuando mi hija tenía 8 o 9 años cogió un libro que su madre había traído a casa desde la redacción del diario y lo leyó. Era la primera historia de Harry Potter, que Empúries publicó en catalán en una edición para adultos y luego reeditó en formato juvenil al comprobar el tremendo éxito que esa escritura tenía entre los adolescentes. Mi hija descubrió ahí el placer por la lectura y Harry Potter le llevó a Emily Dickinson como Enid Blyton llevó a su madre a García Márquez o Mortadelo y Filemón llevaron a su padre a Antonio Machado. El mundo de Potter era mágico en todos los sentidos para mi hija hasta que hace unos años empezó a decir que no quería saber nada de él. ¿Por qué? Porque a la autora de la saga, J.K. Rowling, la mujer más rica del Reino Unido, incluida la reina cuando esta vivía, le dio un buen día por convertirse en la enemiga número uno de las mujeres trans y empezó a hacer lo posible para conseguir que las autoridades la detuvieran por un delito de odio. Esta mujer ha logrado dos milagros: primero, pasar de vivir de ayudas sociales a ser la escritora más popular del planeta, y después, pasar de ser una autora venerada por las generaciones milenial y Z a convertirse en un personaje grotesco con un argumentario que habría suscrito el mismísimo Torrente en una barra de bar a las 5 de la madrugada. O el Tribunal Supremo británico, que limitó, ¡sin los atenuantes de la barra de bar y la madrugada!, la condición legal de mujer al sexo biológico con una profundidad propia de tiktok. O el ejército de cuñados que dicen que hay hombres que se convierten en trans para entrar en lavabos de mujeres. Pero no solo esta gente hace el ridículo. También brillantes intelectuales que han elaborado sofisticadas teorías sobre el uso por parte de la transexualidad de la lógica de los verbos performativos (aquellos que, por el mero hecho de pronunciarse, producen un efecto en la realidad, es decir, no se quedan en meras palabras, sino que tienen consecuencias reales), y a partir de esa teoría llegan a la conclusión que si una persona baja dice que es alta pasa a ser alta, una lógica muy frívola aplicada a personas que viven un infierno encarceladas en un cuerpo en el que no se reconocen. La transfobia es quedarse fuera de juego, algo que parece pasarle a un sector minoritario del feminismo que no es consciente de que no puede aplicar a las mujeres trans una doble disciminación: la que padecen como víctimas del machismo, que es un abuso que opera desde los orígenes de la humanidad, mucho antes que el racista o el colonialista, y la que sufren por ser trans. Hay que vivir y dejar vivir. J.K. Rowling debería saber que Emily Dickinson, uno de los hitos de la literatura universal de todos los tiempos, a la que la autora de Harry Potter no le llega ni a la suela del zapato, es la apoteosis de persona rara y divergente, y la poesía de esta persona rara y divergente nos interpela a todos como pocos creadores lo han hecho en la historia de la humanidad. Hay errores que te dejan retratado. Julio Camba, el fascinante Julio Camba, en un texto de tiempos de la República, escribió: “más valdría hacer como aquel caballero que, al pasar un día por delante de su casa, le dijo a un amigo que iba con él: ¿tendría usted la bondad de esperarme un rato? La verdad, ya que estoy aquí, no quisiera desperdiciar la ocasión de darle una paliza a mi mujer, pero no se preocupe usted. Bajaré enseguida”. ¿Barbaridades de otros tiempos? Sí, como lo serán en unas décadas muchas barbaridades de hoy. J.K. Rowling, de 60 años, uno menos que yo, debería saber que se puede estar en un lado de la historia o en el otro. Yo tengo muy claro en cuál quiero estar. Espero que si me vuelvo rancio Rowling, vista por Edgar Becerra Pajares. y me revertizo mi hija me avise.

Rowling, vista per Edgar Becerra Pajares