SEGRE

Creado:

Actualizado:

David Trueba es una de aquellas personas que todo lo que hacen –que no es poco– lo hacen bien, las novelas, los guiones, los artículos, las películas, incluso sus aportaciones a la pequeña pantalla. Y lo que llama la atención es siempre la humildad, la sincera modestia. David Trueba tiene aire de persona tranquila que tanta falta le hace a este país ruidoso y furioso.

Leonard Cohen decía que hablaba del pasado porque lo conocía mejor. Hay mucho de un tiempo pretérito en la obra de este todoterreno con capacidad para que en lo que se sabe por vivido o por conocido siempre aporte originalidad, y su última película es buen ejemplo.

Del humorista Eugenio conocemos muchas cosas. El documental firmado por Jordi Rovira y Xavier Baig en el 2018 explicaba toda su vida, las luces y las sombras, la ascensión a la fama y el descenso a los infiernos, que dejaban el regusto de aquellas personas, a quien la vida atropelló, de una aflicción nada contenida, ya que la vida de Eugenio tuvo más de drama que de comedia.

David Trueba cuenta una parte de la existencia de este hombre escéptico, siempre rodeado de una opacidad que tan sólo se abría gracias a la luz que irradiaba su compañera, Conchita, una mujer que murió joven pero que dio a este hombre los mejores años de su vida, un apoyo incondicional, amoroso, dulce, que impulsó un ser que vivía en la duda de sus capacidades, la fuerza de enfrentarse a una sala con público.

Saben aquel tiene humor cáustico, irónico, pero también dosis de amargura. No se esconde, mira de cara y con afecto un ser que hizo reír a todo el mundo aunque la procesión le fuera por dentro. La España que retrata a David Trueba incluye desde mediados de los sesenta hasta los ochenta. Conocemos a Eugenio como trabajador en una joyería, los padres, la hermana, y cómo conoció por pura casualidad a aquella bonita mujer que cantaba en bares canciones dulces. Era una España retro –todo era retro en aquel tiempo, incluso la vida– y la ambientación de Saben aquel es tan reconocible, tan familiar, que merece atención. Todo está presente aquí, las calles, las salas de fiesta, el vestuario, los programas televisivos como el Uno, dos, tres, y entre bastidores un Chicho quisquilloso.

Incluso los casetes del Eugenio en bares y quioscos. Muchos compraron sus chistes en gasolineras para alegrar el viaje y aunque se los supieran de memoria siempre hacían reír, era magia. Eugenio y Conchita formaron a un dúo musical, Els Dos pero no funcionó ni a medio gas.

Les cosas del destino lo hicieron subir sólo a explicar sus “historias”, como él las llamaba, y poco a poco se construyó la leyenda de un hombre vestido de negro, sentado en un taburete con su vodka con naranja, sus Ducados, sus gafas ahumadas y el su “saben aquel que dice”.

Por esta crónica con muchos matices pasan rostros conocidos como Cristina Hoyos, Míriam Díaz Aroca, Pedro Ruiz o Paco Plaza, por recordarnos un tiempo, una época. Pero lo que sorprende, lo que realmente es impresionante, es la tarea actoral de David Verdaguer, que se mimetiza en su personaje hasta el alma, y la de Carolina Yuste, el motor de la historia, profunda, tan auténtica que emociona.

A Saben aquel hay respeto y consideración. No va más allá en la tragedia porque lo que aquí se refleja, ante todo de una manera admirable, es una historia de amor verdadero, la de una mujer maravillosa y la de un hombre triste que tenía el don de dar risa.

Titulars del dia

* camp requerit
Subscriu-te a la newsletter de SEGRE
tracking