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Sexta entrega de una saga feroz y despiadada que cuenta con numerosos adeptos que buscan, y suelen encontrar, cómo a cada nueva propuesta la imaginación se desborda hacia muertes muy planificadas y no menos brutales. El hilo conductor de Destino final: Lazos de sangre es básico, y nos cuenta cómo una joven sufre pesadillas sobre algo que le ocurrió a su abuela en la década de los 60, una carnicería que, sin embargo, pudo evitar sorteando a la muerte, aunque esta suele cobrarse las deudas y tiene memoria, y tanto los que se salvaron como sus descendientes están en su lista. Ante una amenaza tal, la protagonista de esta truculenta historia irá en busca del vínculo familiar directo que habita en una casa fortificada y, de paso, a su propia familia maldecida por el destino.

A partir de ahí se desarrolla ese juego maquiavélico en el que se pierde siempre, y lo que se espera es ver cómo cada miembro del clan va siendo eliminado, con qué engranajes y pericia técnica a través de mecanismos, casualidades y detalles las tragedias se van sucediendo y, si algo queda claro, es que la van a palmar porque la muerte se despacha de un modo implacable.

¿Engañar a la parca, así sin más? Pues no ya que lo único que consiguen es cabrearla y ahí radicará el eje de una trama repetida en cada entrega que ya cuenta con no pocas víctimas. Lo que llama la atención es la imaginería en la forma y el modo en que se aniquila partiendo de detalles nimios como un tornillo, una moneda, un muelle, hasta llegar a cosas más voluminosas como un piano, un camión de la basura o un tren que descarrila, conectando unas cosas con otras de un modo milimétrico. Todo vale para conseguir el objetivo, matar de la forma más repulsiva y sangrienta por mucho que se intente romper la cadena para salvarse de lo inevitable.

A Destino final: Lazos de sangre hay que reconocerle un inicio espectacular, que acontece en la inauguración de un restaurante situado en una torre a muchos metros de altura, donde la gente taconea sin descanso sobre un suelo de cristal al ritmo de una canción creada por los Isley Brothers a finales de los 50, Shout. Lo que viene después deja en pañales a cualquier título sobre cine de catástrofes. Incluso la película rinde homenaje a Tony Todd, que falleció al poco tiempo de aparecer aquí, un actor con extensa filmografía pero especialmente recordado por sus apariciones en Candyman y en varias entregas de Destino final. Y bueno, el mensaje de la saga es claro, cristalino: de la muerte nadie escapa. Algo que ya sabíamos, aunque hay maneras y maneras de morirse.

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