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No resulta nada fácil hacer películas en Irán. Sus cineastas siempre están en el ojo del huracán, sus miradas sobre las personas en su cotidianeidad, la limitación exasperada de libertades, no pueden evitar un halo de protesta, de inconformismo, de desgarro en una sociedad que restringe voluntades dentro de un sistema represivo que causa dolor moral.

La pareja de cineastas compuesta por Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha ya reflejaron esa realidad en El perdón, y ahora con Mi postre favorito, por este trabajo, se hallan en arresto domiciliario y a la espera de juicio porque aunque sea a ráfagas –ya que esta película es ante todo una muestra de amor otoñal que camina entre la comedia y el drama–, reflejan una realidad desgarradora. Es como la escena de la policía de la moral deteniendo a mujeres jóvenes por llevar mal puesto el hijab, algo contra lo que se rebela la protagonista de esta tierna historia pero con sabor agridulce.

Mahin es una septuagenaria con alma subversiva. Es viuda desde hace muchos años, su hija vive en Europa y solo se comunica con ella a través del móvil. Su vida es rutinaria, teje, mira las telenovelas, riega su amplio patio y viaja hasta el centro para comprar en el mercado. De tanto en tanto se reúne alrededor de una mesa y comparte sabrosos manjares –es una cocinera magnífica– con sus amigas, que hablan de dolores, médicos y la lástima de no tener a un hombre cerca. Es ahí donde la película cobra forma, cuando Mahin se atreve a romper ese aburrimiento y sale en busca del amor, de la compañía, de alguien con quien compartir sus momentos más dulces. Esa figura la encontrará en Faramarz, un taxista de su misma edad también sumido en la monotonía, en la soledad. Un hombre melancólico que verá alegría y energía de vivir en una mujer con ganas de sentir el enamoramiento, las caricias y la felicidad que no encuentra encerrada entre paredes. Lo invitará a su casa a pesar de prohibiciones y censuras sociales para desarrollar una relación íntima, de conocer a alguien de nuevo, de encariñarse.

Mi postre favorito

Con unas interpretaciones magníficas, sobre todo de Lili Farhadpour, que todo lo eclipsa con su tierna mirada y su postura de mujer emancipada pese a la atmósfera que se respira en el ambiente, Mi postre favorito es una crónica de un encuentro efímero pero intenso en el otoño en las vidas de dos seres aislados por una soledad que los ha golpeado, y que en su madurez se regalan un tiempo para reír, beber y bailar, aunque también para entristecerse cuando lo romántico tiene también su lado incoherente, porque como se suele decir, el amor es eterno mientras dura.

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