SEGRE

Creado:

Actualizado:

El británico Peter Cattaneo, director de la inolvidable Full Monty (1997) –una comedia que no escondía una poderosa crítica social al sistema a ritmo de baile protagonizado por obreros desempleados–, adapta ahora el libro superventas Lo que aprendí de mi pingüino, escrito por Tom Mitchell, que narra el tiempo en que el autor vivió en Argentina a principios del golpe militar ejerciendo de profesor en un colegio bilingüe, y de cómo fue su estrecha relación con un pingüino de Magallanes rescatado por él. Pues bien, esta película cautiva porque es tierna dentro de un entorno amenazante y opresivo durante la dictadura militar en Argentina. Es como si dos películas se fundiesen en una. Por un lado, está esa profunda amistad entre un ave marina no voladora agradecida y un profesor de literatura inglesa bastante deprimido y hastiado de la vida, sin chispa ni ganas de tenerla, y por el otro, aquellos años de secuestros y muertes que generó un estado de temor colectivo. Bien es cierto que la película, si nos ponemos rigurosos, carece del pulso que ofrecería un trabajo de cineastas argentinos –se han podido visionar films descarnados sobre aquella oscura y sangrante historia reciente–. Cattaneo se limita a mostrar detalles, como aquellos tristemente famosos Ford Falcon que se llevaban a la gente a todas horas, al ejército en las calles y al secuestro de una joven que despertará en el protagonista un empuje dormido, un sacudirse el miedo y tomar decisiones, algo que no estaba planteado en su guía de supervivencia que era vivir sin complicarse, ni con sus alumnos, ni con lo que sucedía a su alrededor. Para ponernos en situación, Tom Mitchell, interpretado por un excelente actor como es Steve Coogan, camina junto a una mujer que ha conocido y con quien quiere acostarse por una playa de Punta del Este en una escapada a Uruguay. En el paseo observan cómo un vertido de petróleo en la orilla ha matado un buen número de pingüinos. A todos menos a uno, que todavía respira, así que lo limpian en el hotel. Él se queda sin sexo, y a su pesar, con la adopción de un ser que marcará los compases de un título que busca lo mejor en lo peor, que deja un halo de esperanza y al mismo tiempo de tristeza –arma emocional para conmovernos–. Aunque el libro de memorias como la película sean el recuerdo de una historia real, alterada por esa mirada que se tiene desde afuera sobre un hecho que, como extranjero pilla de refilón, Lo que aprendí de mi pingüino posee calidez y encanto sin eclipsar un tiempo de nefasta reminiscencia.

Titulars del dia

* camp requerit
Subscriu-te a la newsletter de SEGRE
tracking