Luna triste
Blue Moon / You saw me standing alone / Without a dream in my heart / Without a love of my own.
Luna azul / me viste parado solo / Sin un sueño en mi corazón / sin un amor propio”.
Este es el inicio de una canción universal que nos habla de esa rareza en el ideario norteamericano que es la luna azul que llama a lo imprevisto, a que sucedan cosas que lo pueden cambiar todo, como en el desolador principio de este tema que se transforma en enamoramiento.
Muchos reconocen los acordes pero pocos al letrista que agitó los sentimientos que desprende. Y Blue Moon se centra en la figura de Lorenz Hart, un ser brillante, agudo, en ocasiones cínico e ingenioso con la palabra, de físico frágil y poco agraciado, enamorado de la belleza imposible de alcanzar pero con la que se deleita escuchando aventuras de una juventud en el juego de la pasión. Alcohólico refinado que ve la vida a través del fondo del vaso y figura incontestable de la música americana de los 30 y 40.
Lorentz Hart acude a su local preferido, el Sardi’s, y espera la llegada de una joven por la que se siente prendado aunque sus gustos se acerquen más a una homosexualidad camuflada en una época que no perdonaba la disimilitud, y a ser testigo de la fiesta de su dupla durante muchos años, el músico Richard Rodgers, con el que compuso temas como My Funny Valentine, Manhattan, Bewitched, Bothered and Bewildered, The Lady Is a Tramp o Blue Moon. Un Rodgers que celebraba el éxito del musical Oklahoma! junto a su nuevo letrista, Oscar Hammerstein II. Blue Moon es una película de un solo escenario, excepto su inicio con un Hart bajo la lluvia nocturna derrumbándose en el asfalto. El resto del metraje es un dechado del talento en un hombre que, entre sus chispazos de conocimiento de la naturaleza humana, transpiraba melancolía, destilando tristeza por saberse un ser que el tiempo ya ha apartado, realizando confesiones a un escritor que lo escucha entre Martini y Martini, y donde flota la música con la que un joven militar ameniza el local al piano, protagonizando monólogos ante su fiel camarero de toda la vida que le aconseja inútilmente no beber ese Bourbon que le envenena.
El cineasta Richard Linklater, con una carrera muy consecuente y con un estilo propio sin apartarse de esas historias que pasan por la vida de perfil, ha realizado una película que recuerda una noche en la corta existencia de Lorentz Hart, y solo por ver y admirar a un Ethan Hawke mimetizado en la figura de aquel escritor de letras de canciones inmortales ya vale la pena ver Blue Moon.