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CRÓNICA POLÍTICA

Segundo asalto del duelo Casado-Rivera

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Segundo asalto del duelo Casado-Rivera

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El 28 de abril fue un fiasco sin paliativos para Pablo Casado y el Partido Popular. El salto mortal de ofrecer carteras ministeriales a Vox un viernes para repudiarlos por ultraderechistas al martes siguiente resultó desconcertante.

Albert Rivera, sin embargo, creció en diputados, aunque no tantos como el PSOE, y quedó bien situado para convertirse en el líder del centro derecha. Pero no se puede decir que ganara, porque no consiguió lo que pretendía: que las derechas sumaran y que Ciudadanos encabezara ese bloque. Aspiraba a la Presidencia, porque algunas encuestas se lo hicieron creer en su día. Ahora ya sabe, o no, que ese camino será más largo.

El segundo asalto del duelo contra Casado por el liderazgo del centro derecha resucitado será decisivo. Los separan 9 diputados en el Congreso, solo 9, pero hay una partida múltiple que jugar, el 26 de mayo: doce autonomías y más de ocho mil ayuntamientos. Imprescindible pactar gobiernos, también en pueblos y ciudades. ¿Pronóstico? Cuesta creerlo después de la agresiva campaña vivida, pero Rivera, en algunos lugares, pactará con el PP y en otros con el PSOE. Lógico. Lo que no era lógico era que abominara de cualquier acuerdo con los socialistas mientras admitía, por omisión, que no tendría problemas en acordar con Vox. O pacta con varios o su consideración de partido de centro, ya puesta en duda en la campaña, quedará fulminada. El capital de un líder no solo son sus escaños, sino también su perfil y su credibilidad. Nunca antes unas elecciones autonómicas y municipales estuvieron tan próximas de las generales (a excepción de las de 1979), ni tuvieron tanta oportunidad de influir en las alianzas a escala estatal. No es que gobernar la potente Comunidad de Madrid, la tercera en población, o las capitales en juego, tengan un reflejo directo en los escaños del Congreso; pero unas alianzas pueden orientar otras. Eso en el caso de que los jóvenes líderes que aspiran a gobernarnos, mostrando tanta ansiedad sin disimulo, acepten hacer política. Está por ver. De momento solo hemos escuchado sus deseos personales: Pablo Iglesias quiere carteras ministeriales, o amenaza con el infierno. Albert Rivera ya les ha dicho a los empresarios que no sueñen con un acuerdo con Sánchez porque lo suyo es conquistar el liderazgo del centro derecha. Casado ya ha respondido que quiere centrarse y que esa plaza le pertenece. Resumiendo: todos hablan de lo suyo pero nadie se ocupa de lo nuestro, o sea, de la gobernabilidad del país. Y, sin acuerdos, sin consensos, el país se bloquea.

Quizás, su error fue no advertir que Sánchez se consolidaba como opción de gobierno desde la moción de censura. Quedaron impactados por la sorpresa y se desgastaron en descalificaciones. Eso ya caducó. O debería. Sánchez, que tiene un reto tremendo para conseguir apoyos sin hipotecas para su investidura, es más reconocido ahora por los gobiernos europeos y genera más confianza entre el empresariado español, la prensa internacional y la inversión extranjera. Son estimaciones comprobables. Aun así, le falta.

Por eso, esta segunda ronda de reparto de poder que se jugará en veinte días es fundamental para saber qué legislatura tendremos, una legislatura que comienza con la legitimidad de las urnas porque será Presidente el más votado. Atención, sin embargo, a esa segunda vuelta de “las primarias de la derecha”, como las llama Sánchez, o la “batalla por el liderazgo del centro derecha” que Casado y Rivera libran. Algunas piezas ya ocuparon posición el 28 de abril: los socialistas, que cumplieron sus objetivos; Podemos y Vox, que obtuvieron mucho menos de lo esperado; y los nacionalistas que se reforzaron en Cataluña y el País Vasco, gracias a las bravatas de la derecha. Quedan por concretar posición dos jóvenes empeñados en disputarse el mismo espacio: Casado y Rivera. Partida de ajedrez simultánea muy compleja. Valen tanto los votos, las piezas, como los movimientos en el tablero. Apasionantes semanas por delante.

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