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Han tenido que pasar seis años más allá de lo que marcaba la ley, pero por fin el Gobierno español ha aprobado la ampliación del permiso de paternidad de dos a cuatro semanas, medida que entrará en vigor el 1 de enero y que se suma a las 16 semanas que se concede a las madres. No es una situación ideal si se compara con la media europea (los progenitores disfrutan de promedio de 23 semanas de baja en conjunto), aunque supone un paso adelante tanto por lo que se refiere a igualdad de derechos de ambos sexos como en la tan manida conciliación familiar, de la que mucho se teoriza pero con pocas actuaciones reales que ayuden a llevarla a la práctica. Pero no debemos perder de vista que el hecho de que los padres tengan menos días de baja por paternidad incide negativamente en la igualdad laboral entre sexos y se mantendrá la tendencia de que los empresarios prioricen la contratación de hombres para ahorrarse bajas más largas en caso de que llegue un nuevo miembro a la familia. La diferencia de duración de los períodos que comportan los permisos para uno y otro también cronifica la idea de que el nuevo bebé tiene que estar, en sus primeros días, básicamente al cuidado de la madre, cuando lo lógico sería que ambos progenitores asumieran por igual estas obligaciones.

De todas formas, la medida aprobada por el gobierno constituye un avance considerable para la sociedad en general, como ya hemos dicho, y teniendo en cuenta que responde a una cierta mejoría en la situación macroeconómica, debería convertirse en el elemento que dé el empuje definitivo a la conciliación familiar y la reforma horaria, aspectos básicos para mejorar en calidad de vida a nivel tanto personal como social. Las iniciativas emprendidas hasta el momento se han quedado, en la práctica totalidad de casos, en propuestas de buenas intenciones pero parece que las administraciones (quizá porque las mayorías de los gobiernos que las dirigen escasean en estos tiempos y los pactos entre partidos son necesarios) se lo toman más en serio. Urge establecer ya plazos y actuaciones concretas que deben pasar por regular los horarios laborales, los escolares y, cómo no, los de los prime time televisivos, y de competiciones deportivas, apartados estos dos últimos que han quedado verdaderamente desfasados y fuera de toda lógica.

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