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La amplia victoria de Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen en las elecciones legislativas francesas, avanzada por las encuestas y certificada ayer en las urnas, supone un alivio para la Unión Europea porque impide la llegada al poder de la ultraderecha en uno de sus países motores. Después del susto en las elecciones austríacas de diciembre pasado en las que el candidato progresista Van der Bellen consiguió finalmente batir al ultranacionalista Norbert Hofer por un ajustado 53% a 47%, el fantasma de un populismo llegando al poder ha planeado también en Francia.

Tras una primera vuelta sorprendente en cuanto al resultado, en la que quedaron descabalgados los partidos dominantes en el vecino país en las últimas décadas, socialistas y conservadores, los franceses decidían el futuro no solo de la Quinta República sino también del conjunto de la UE. Al final, se han salvado los muebles con la elección como sucesor de un decepcionante e impopular François Hollande a un político sin partido consolidado, sin sedes por el territorio, sin más apoyos conocidos que los de algunos financieros y muchos medios de comunicación, y con un programa heterogéneo que combina elementos de la socialdemocracia con otros de la economía liberal, y que durante la campaña no ha tenido empacho en ir modificando según le iban las encuestas.

Pero esto es lo que hay y Europa tendrá que acomodarse al nuevo estilo del palacio del Elíseo y a sus nuevas demandas, para no aumentar ahora los problemas provocados por el Brexit con un Frexit y de los derivados de la miserable política que entre unos y otros están aplicando a los refugiados. Mucho tendrá que cambiar la UE si no quiere seguir caminando en el alambre y volver a esa Europa de los ciudadanos que soñaron sus fundadores y que sus herederos no han sabido conservar y la han convertido en una Europa de los mercados.

Han preferido favorecer a las finanzas en vez de las condiciones de vida de los ciudadanos, imponiéndoles la dictadura del déficit con medidas sancionadoras que siguen provocando mucho sufrimiento en las clases populares de los países más afectados. Se impone un nuevo estilo para recuperar el ideario inicial, que dé seguridad económica a los ciudadanos europeos ante el paro y la pérdida de ingresos de las familias.

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