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Se ha dicho muchas veces que la actual juventud es la generación mejor formada, con conocimientos de idiomas y tecnológicos superiores a los de sus padres, pero paradójicamente es la primera que está retrocediendo en calidad de vida. Lo dice el Banco de España en su informe divulgado este lunes y lo refrendó ayer el Consejo de la Juventud al presentar su Observatorio de Emancipación, que explica como la proporción de menores de 30 años que se emancipan de sus familias estaba en el segundo trimestre del año pasado en mínimos históricos, el 19,3 por ciento. La primera explicación de la precaria situación de los jóvenes es que se han convertido en las grandes víctimas de la crisis hasta el punto de que según el Banco de España los jóvenes de ahora ganan menos que los de hace una década, con especial incidencia en los que no tienen estudios, que ganan de promedio lo mismo que ganaban los de su misma edad a finales de los noventa. Así, según la comparativa del Banco de España basada en datos de la Seguridad Social, los nacidos en 1987 con pocos estudios tienen de promedio un 20 por ciento menos de ingresos laborales que quienes tenían 30 años en la anterior década y lo peor es que el desfase se mantiene para los que han cumplido 40 años respecto a sus predecesores. Y a esto hay que añadir que el paro juvenil, que se computa hasta los 25 años, es del 35 por ciento duplicando la media europea y de un alto índice de temporalidad en los que sí han encontrado trabajo con duración mucho menor de sus contratos temporales, poco más de cien días de media entre 20 y 29 años frente a 140 de los de más edad. El mismo gobernador del Banco de España admite que las empresas optan por despedir al joven con un contrato temporal corto antes que hacer ajustes o afectar a quien tiene contrato indefinido y propone hacer atractiva la contratación indefinida para jóvenes, algo que requiere cambios en la política laboral y también en la mentalidad de las empresas. El resultado de salarios bajos y temporalidad alta para los jóvenes es que ni pueden emanciparse, porque con el coste de la vivienda tampoco pueden asumirlo, ni pueden contribuir a sostener la Seguridad Social y también se verán perjudicados en sus futuras pensiones porque se incorporan tarde al mercado laboral y en peores condiciones. Urge una política de ocupación juvenil porque nos estamos jugando el futuro de una generación.

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