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Ya tenemos aquí el temido rebrote de otoño, porque los casos han ido aumentando en los últimos días y ha subido preocupantemente el índice de rebrote, que ya está en torno a los 300 casos en el conjunto catalán, con algunas comarcas con más incidencia, y lógicamente hay que tomar medidas para evitar la saturación de hospitales y que se repita la situación vivida en primavera. La Generalitat recomendó ayer restringir al máximo la movilidad, evitar los encuentros sociales y familiares y fomentar el teletrabajo, pero también ha decidido suprimir las clases presenciales en las universidades durante quince días, al igual que las competiciones deportivas no profesionales, limitar el aforo en actos religiosos y culturales al 50 por ciento, al 30 por ciento en tiendas y comercios y, lo que está resultando más polémico, cerrar bares y restaurantes que durante quince días solo podrán servir comidas a domicilio. La hostelería vuelve a pagar los platos rotos y, por ejemplo, en Lleida y nueve pueblos del Segrià tendrá que afrontar su tercer cierre desde el mes de marzo, provocando una situación dificilmente sostenible para muchos establecimientos. Por complicado que sea graduar las medidas a tomar, es obligado preguntarse en primer lugar si se culpabiliza a bares y restaurantes del rebrote y, en segundo, si es lógico adoptar las mismas medidas, por ejemplo, en l’Alta Ribagorça, donde hay una incidencia muy baja, que en el área metropolitana, donde se registran más aglomeraciones y también más fiestas. Y aunque el caso madrileño no es ningún modelo, también es significativo que aquí se cierran bares con una tasa de rebrote que es menos de la mitad que la registrada en Madrid u otras autonomías, donde se han decretado confinamientos parciales, pero no se han cerrado bares y restaurantes. Y también habría que valorar que la inmensa mayoría de los ciudadanos cumplimos las normativas de seguridad recomendadas por las administraciones y que solo unos pocos las infringen provocando los rebrotes, sin que se haya percibido una vigilancia especial, un control y una represión de los infractores, porque parece más fácil aplicar restricciones a todos. Pensábamos que se empezaba a ver luz al final del túnel, pero desgraciadamente no es así, y con la entrada del otoño se confirman los pronósticos. Esperemos haber aprendido de la experiencia de la primavera y que las medidas aprobadas ahora sean las más eficaces.

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