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Los proyectos de energía eólica y solar en Lleida suman ya una potencia superior a la de las centrales nucleares de Ascó y Vandellòs juntas. Las 91 plantas fotovoltaicas en tramitación suman 1.592 megavatios (MW); mientras que 40 parques eólicos con todos o la mayoría de sus molinos en las comarcas del llano suponen 1.860 MW más.

En total son 3.452, frente a los 3.145 de los tres reactores nucleares de Catalunya. Sin embargo, estas nuevas instalaciones no bastan por sí solas para relevar a la energía atómica.

No todos los proyectos de energías limpias verán la luz. Tras obtener el visto bueno de la ponencia de energías renovables de la Generalitat, casi todos deben conseguir aún la aprobación de la ponencia Ambiental y de Urbanismo.

No todos la tendrán, porque algunos son incompatibles entre sí. Ayer, decenas de entidades se concentraron en Barcelona para pedir una regulación más sostenible ante el alud de macroinstalaciones energéticas renovables que están proliferando no solo en Lleida sino en toda Catalunya.

La Associació de Micropobles y la red de Sobirania Energètica piden la derogación del actual decreto de implantación de energías verdes porque, a su entender, no protege suficientemente el patrimonio natural, paisajístico y cultural del territorio donde se instalan. El problema radica, al menos en lo que a Lleida se refiere, en que las grandes empresas que promueven estos proyectos pueden pagar un precio mucho más elevado del que los agricultores consiguen cultivando la tierra, y eso tiene el peligro de que, en un corto espacio de tiempo, Ponent puede ver diezmar el valor incontestable de su producción agraria.

Es evidente que las renovables son una apuesta de futuro importante, son limpias y no dependientes de reactores nucleares, y eso ya les da un inmenso valor, pero su implantación ha de ser equilibrada y en ningún caso puede acarrear la marginación del campo y su paisaje. Corresponde a la Generalitat encontrar la fórmula idónea para la convergencia de estas energías con la agricultura, cuyos resultados positivos los hemos visto en esta pandemia.

Mientras la crisis asola varios sectores, la agroalimentación se mantiene sólida.

El tiempo se agota ERC y Junts deben hacer un esfuerzo para encontrar pronto la fórmula que les permita formar gobierno y sellar la investidura, o buscar alternativas.

El 26 de mayo acaba el plazo para no ir a unas nuevas elecciones y tanto el 52% independentista de Catalunya como el 48 tanto por ciento restante requieren de forma urgente un ejecutivo que pueda modular, dirigir y decidir las importantes decisiones económicas y sociales que habrá que adoptar para superar la pandemia. 

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