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Malos tiempos para el deporte leridano con la investigación abierta al Lleida Esportiu y el subsiguiente registro en el Camp d’Esports y también para el catalán con la presentación de la auditoria interna del FC Barcelona, que revela como la entidad más representativa del deporte catalán estaba en quiebra técnica el pasado mes de abril con un cúmulo de irregularidades, incumplimientos y pagos desmesurados que provocan escándalo hasta al más profano en contabilidad empresarial.

Los problemas del Lleida Esportiu no sorprenden a quienes siguen su actividad diaria porque hace tiempo que acumulan denuncias de jugadores por impagos y hasta por supuesta falsificación de firmas, requerimientos de Hacienda y de la Seguridad Social e incluso las instituciones leridanas, Paeria y Diputación, dejaron en suspenso las subvenciones comprometidas por las deudas de la entidad con el fisco. Todo aderezado por una gestión opaca y oscura, personalizada por los hermanos Esteve como accionistas mayoritarios, que nunca han querido dar ningún tipo de explicaciones y han ido alejando de la entidad a los socios de toda la vida y perdiendo el arraigo que el club tenía en la ciudad.

Era previsible este deterioro del club y de su imagen, pero resulta sorprendente el montante de la deuda acumulada en apenas diez años de existencia de la entidad que heredó los derechos de competición de la UE Lleida, que ya quebró dejando una deuda de 28 millones de euros.

En solo diez años, el Lleida Esportiu había acumulado una deuda solo con Hacienda a finales de 2020 de 1.637.430 euros, a la que hay que sumar lo que reclaman otras empresas o jugadores, y cabe preguntarse qué tipo de control existe sobre el funcionamiento de la entidad y cómo ha podido acumularse tal cantidad que difícilmente podrá recuperar el fisco, que tan exigente es con ciudadanos particulares y tan comprensivo se ha mostrado con quien acumula deudas y dilapida la imagen deportiva de la ciudad. No menos grave es la situación detectada en el Barça en la auditoría presentada ayer, que dibuja una situación de quiebra técnica con una deuda que pasó de 159 millones en 2017 a 673 en 2021, con despilfarro en la compra de jugadores, que en ocasiones se fichaban sin tener dinero, recurriendo al crédito y con comisiones desmesuradas, y una situación económica en la que se deben 1.482 millones cuando hay una disponibilidad de 279 a los que se suman 792 que deben al club.

El resultado es que el patrimonio neto está en cifras negativas al igual que el fondo de maniobra, después de haber disparado la masa salarial, haber aumentado los gastos de gestión un 56 por ciento y multiplicado por seis el gasto financiero.

Una gestión desastrosa y que además agravó la pérdida de ingresos por la pandemia sin que se tomaran medidas y sobre la que no se ejerció el menor control. Y ahora llegarán los lamentos.

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