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Que la elección de la canción que tiene que representar a RTVE en el festival de Eurovisión se convierta en motivo de escándalo, con mociones presentadas en el Congreso, peticiones de un sindicato como Comisiones Obreras de que se suspenda la elección, pronunciamientos de partidos con responsabilidades de gobierno y debate estelar en las redes con acusaciones cruzadas de todo tipo debería ser motivo de reflexión sobre nuestra sociedad y sus preocupaciones más inmediatas. Pasamos de un festival que paralizaba el país y en el que durante muchos años se jugaba el honor patrio a un evento marginal que muchos consideraban casposo y anacrónico y al que se llegaron a enviar bromas más o menos provocativas como el Chikilicuatre y en los últimos años ha recuperado fuerza como expresión de un sector de la sociedad, como escaparate de nuevas tendencias o reivindicaciones convirtiendo el proceso de selección en un debate nacional. Cada año había críticas más o menos aceradas al artista seleccionado que en el caso español se traducían con unos resultados nefastos, pero este año se ha querido seguir el modelo italiano con San Remo y recuperar, previo correspondiente patrocinio económico, un festival como el recuperado de Benidorm para elegir la canción representativa.

Pero como los organizadores no se acababan de fiar del modelo democrático de votación para que no se colara otro Chikilicuatre han inventado un modelo mixto en el que la voluntad popular del voto telemático se matizaba con la opinión de un jurado llamado demoscópico formado por 350 personas elegidas previamente por una empresa y con otro de expertos, este sí elegido por RTVE cuyos votos tenían un valor doble que el voto popular. El problema es que nadie conoce el criterio de esta selección y sobre todo que la gente se lo tomó en serio, tanto que llegaron a recibirse mil mensajes por minuto hasta totalizar casi doscientos mil votos, 53.623 llamadas y 138.383 SMS, que como era previsible no coincidieron con el jurado de los teóricos expertos. Demasiado complicado el sistema y hasta engañoso porque se presentó como una elección popular cuando quien tuvo la voz cantante fue el jurado elegido por el ente organizador.

Como además se había hecho una buena promoción y había mensajes que calaron como el feminista de Rigoberta Bandini o el plurilingüista de las gallegas de Tanxugueiras, que obtuvieron más votos populares que la ganadora Chanel con una canción más comercial y una letra en spanglish más que discutible, la polémica ha estallado con críticas de tongo, al criterio de selección y a que RTVE no ha querido apostar por una canción más adaptada a lo que pedían los “eurofans”. Si a esto añadimos el terremoto provocado en las redes sociales, nos encontramos con que la elección de una canción está degenerando en una bronca social.. y política.

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