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La invasión de Ucrania por las tropas rusas está propiciando el mayor éxodo de personas desde la Segunda Guerra Mundial, según los datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR), que lo cifra ya en más de dos millones de refugiados que se han repartido por los distintos países europeos en los primeros doce días de guerra, con la previsión de que la cifra pueda alcanzar los cuatro millones de personas que necesitarán alojamiento, alimentación y atención sanitaria. Es una situación de emergencia que se añade a la que ya viven en Ucrania y que requiere una coordinación de la solidaridad y las ayudas. Evidentemente, lo primero es exigir la paralización del conflicto y el fin de los ataques rusos, que es la causa del problema, pero, a la vista de que Putin no cede, la comunidad internacional sí ha de reclamar que los corredores humanitarios de evacuación sean efectivos y al mismo tiempo que los objetivos civiles no sean bombardeados como ha sucedido ya.

Pero, al margen de la situación en la zona de conflicto, hace falta solidaridad internacional para atender las necesidades de quienes permanecen en Ucrania y las de los refugiados, y, aunque ha habido una oleada en toda Occidente propiciada por los mismos emigrantes ucranianos, es necesario un mínimo de coordinación para que los envíos sean efectivos, para que sean de material que realmente necesitan y que no se pierda por el camino y para que no se dilapiden esfuerzos ni bienes. Ha habido muchas iniciativas particulares y aisladas, que han enviado material por furgoneta, y es muy encomiable, pero se recomienda enviar dinero o material sanitario a través de las entidades y las ONG que conocen la situación además de los convoyes que organicen los mismos gobiernos. Y, de cara a los refugiados que llegan a nuestro país, también hace falta coordinación para ayudarles y una vez más la realidad va por delante de las normativas y han tenido que ser los ayuntamientos los que aprueben medidas concretas para escolarizar los niños o para empadronar a los refugiados.

Hay que agilizar la normativa comunitaria, la estatal y la autonómica para facilitar las ayudas y su integración.El nexo con las empresas

El reto de las universidades ha de ser adaptarse a las exigencias de las empresas y convertirse en el nexo entre estudiantes y el mundo empresarial, hacer de “celestinas” como dijo el catedrático Antón Costas, para garantizar empleos estables. Y en esta línea se enmarca la Fira del Treball UdL con un centenar de empresas que ofertan unos doscientos puestos de trabajo y facilitan el contacto. Y la mayoría de demandas se centran en titulados en tecnología y empresariales.

Un dato a tener en cuenta para el futuro.

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