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Las comarcas de Lleida, con las del Pirineo como punta de lanza, se están convirtiendo en un destino turístico cada vez más valorado a nivel catalán,  español e internacional. Tal como damos cuenta en nuestra edición de hoy, la cifra anual de visitantes ha aumentado en casi 400.000 en la última década, pasando de 959.000 a 1,33 millones, lo que representa un 40% más. Una de las razones que explica esta evolución es que a nivel nacional el turismo de proximidad ha ido ganando peso, aspecto en el que seguro que han tenido que ver que las restricciones parciales a la movilidad durante por la pandemia de la Covid –una vez que se levantaron las draconianas limitaciones aplicadas durante los primeros meses por el estado de alarma– hicieron que muchas personas del resto de Catalunya, especialmente del área metropolitana de Barcelona, descubrieran parajes del Pirineo y de Ponent que hasta entonces apenas conocían. Otro factor es la progresiva diversificación de la oferta, uno de cuyos principales exponentes es el auge de las visitas a los frutales en flor, una experiencia iniciada en Aitona que ya se ha extendido a casi todo el llano de Lleida con un gran éxito de público y con muchas actividades complementarias a nivel cultural o gastronómico, que este año han tenido la guinda con los conciertos del festival Cruïlla en varios municipios del Baix Segre. Además, actividades tradicionales como el esquí, los deportes de aventura, el senderismo o el BTT, entre otras, mantienen o incluso ganan adeptos. Y, precisamente, la combinación del turismo vinculado a la naturaleza con la cultura, la gastronomía y lugares y monumentos reconocidos a nivel mundial, como por ejemplo el románico de la Vall de Boí, así como la labor de difusión que desde mucho tiempo llevan a cabo instituciones como el Patronato de Turismo de la Diputación también han contribuido a disparar el número de visitantes extranjeros, que entre 2013 y 2023 ha crecido un 60%, hasta los 232.000. El resultado de todo ello es que el sector turístico se está convirtiendo en uno de los más dinámicos de la economía de Lleida y ya genera alrededor del 10% del PIB. Las buenas previsiones de ocupación para esta Semana Santa solo hacen que corroborar su buena salud. Sin embargo, es necesario seguir perseverando para articular una oferta diversa, que integre al conjunto del territorio, que esté vigente durante la mayor parte del año y no se limite solo a periodos vacacionales y que también pueda ayudar a apuntalar la actividad agroganadera para fijar la población en los municipios y comarcas más rurales. Y al mismo tiempo, hay que intentar que sea sostenible, cuestión que cada vez tendrá más importancia a causa del cambio climático. Ahora, cuando el sector atraviesa por un buen momento, es el mejor momento para diseñar una estrategia que permita consolidar esta tendencia de cara al futuro.   

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