La pesadilla de Rodalies
Nadie que utilice habitual u ocasionalmente el servicio de Rodalies Catalunya puede negar que es penoso, que hace años que no se están haciendo las inversiones y mejoras necesarias, que es un sistema infrafinanciado, mal gestionado, con averías y problemas constantes y, pese a las quejas reiteradas, sin que se vean signos de mejora ni siquiera en la información a los usuarios o en la eficacia de los servicios alternativos cuando existe una de las habituales incidencias. Se trata de unas carencias que se arrastran desde hace décadas y cuya única solución pasa por el traspaso a la Generalitat y por un plan de discriminación positiva que pueda equilibrar los largos lustros de ninguneo. Y no hablamos solo de presupuestos, sino de ejecución de los mismos, siempre con cifras muy inferiores a las de otras comunidades con similar volumen de pasajeros, como Madrid y autonomía, como ejemplo más evidente. Es tan grave la dejadez que se ha permitido con el transporte ferroviario más utilizado por medio millón de catalanes cada día para ir a trabajar, a estudiar o llevar a cabo gestiones varias entre la Ciudad Condal y el resto de demarcaciones o poblaciones intermedias, que la incertidumbre diaria ha acabado afectando la salud, el trabajo y el ámbito social de buena parte de estas personas. Y los retrasos, que ya están afectando también a la Alta Velocidad, y cancelaciones no han cesado ni el día que los sindicatos lograron que los trabajadores de la nueva empresa mixta que se creará con el traspaso sigan bajo el control de Renfe. Es, como poco, vergonzoso que habiéndose garantizado los derechos laborales de estos empleados se hubiere convocado una huelga por su negativa al cambio. Y más indignante aún resulta que, pese a que los sindicatos ganaran el pulso y seguirán perteneciendo a Renfe, ayer los retrasos e incidencias fueran la tónica del día, “porque el acuerdo se alcanzó tarde”. No es bajo ningún prisma aceptable que los ciudadanos paguen, un día sí y otro también, esta ineficacia política y de gestión. Y es especialmente significativo que, siendo la clase trabajadora la más perjudicada por esta desidia ferroviaria, los partidos políticos que más deberían defender el servicio, es decir los de izquierda, pasen siempre de puntillas sobre este conflicto. El procés que arrancó entre 2010 y 2012 tuvo en la ineficacia de Rodalies, así como en los recortes en sanidad, educación y la mala financiación de Catalunya, su principal estandarte. El soberanismo ya no tiene mayoría en el Parlament, pero los problemas siguen siendo los mismos: un déficit fiscal que no se compensa, el Corredor Mediterráneo retrasado, las autopistas colapsadas, los trenes en el siglo XX y el reto de la energía por resolver. Desde la calle da la sensación que mande quien mande en el Palau de la Generalitat y la Moncloa, los obstáculos de los catalanes persisten.