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El papa Francisco descansa desde ayer al mediodía ya en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, donde están inhumados otros siete pontífices, después de que su féretro fuera enterrado en este templo, como era su deseo, en una ceremonia privada que contó con la presencia de cardenales y obispos, acompañados de los portadores del féretro y algunos religiosos. Antes de entrar a la iglesia, como demandó él mismo, un grupo de unas 40 personas, compuesto por pobres, presos, transexuales, sin techo y migrantes, esperaba, con una rosa blanca en la mano, el ataúd en la escalinata de acceso a la Basílica Papal. Así se ponía fin a una jornada que dio inicio con el funeral en la plaza de San Pedro, que fue seguido allí y por las calles romanas por unas 400.000 personas, entre ellos una cincuentena larga de jefes de Estado y más de 150 delegaciones internacionales de todo el mundo. Esta cumbre política, como si se tratara del último deseo del papa Francisco para lograr pacificar puntos calientes del planeta, propició un encuentro al más alto nivel entre el presidente norteamericano, Donald Trump, y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, de un tono muy diferente al sorprendente y duro choque que se produjo entre ambos el pasado mes de marzo en la Casa Blanca. Y es que, tras varias semanas de buenas palabras hacia Vladímir Putin en las que evitó condenar las últimas matanzas de civiles provocadas por Rusia, el presidente Trump amenazó al Kremlin con sanciones tras su encuentro con Zelenski, una reunión de alta carga simbólica que ambas partes valoraron positivamente. «Putin no tenía ninguna razón para disparar misiles contra zonas civiles, ciudades y pueblos en los últimos días. Me hace pensar que tal vez él no quiere parar la guerra (...) y tiene que ser tratado de manera diferente, ¿a través de la “banca” o “sanciones secundarias”? ¡¡¡Demasiada gente está muriendo!!!», escribió Trump en su red social, Truth Social. Por su parte, su homólogo ucraniano definió el cara a cara de apenas 15 minutos como “una buena reunión. Hemos hablado mucho. Esperamos resultados en todo lo que hemos tratado. Proteger las vidas de nuestra gente. Un alto el fuego completo e incondicional. Una paz sólida y duradera que evite otra guerra. Una reunión muy simbólica que tiene potencial de resultar histórica, si se consiguen resultados conjuntos. Gracias”.

Ahora hace falta saber si el dirigente ruso tomará buena cuenta de estas palabras. Si fuera así, quedaría claro que el papa Francisco, quien acuñó el alarmante concepto de “Tercera Guerra Mundial a trozos” refiriéndose a los conflictos bélicos que azotan diferentes zonas del planeta, habría hecho un último esfuerzo para conseguir el objetivo de poner fin a una barbarie que se inició hace ya más de tres años.

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