El Aplec, mucho más que una ‘caragolada’
Nunca será lo suficientemente grande la estatua erigida por la ciudad de Lleida a Manolo Calpe, así como el agradecimiento al concejal de la Paeria de 1980 José Luis González y Antonio Costa Sumell, que tuvieron la idea de organizar una fiesta popular en el choperal de Cappont, en la ribera del Segre aún sin canalizar, propuesta que el propio Calpe había auspiciado, pero que fue rechazada por el gobernador civil de la época. Apenas 300 personas y 12 peñas participaron en esa primera edición que hoy suma 121 colles y 16.500 peñistas en el mayor certamen gastronómico de Catalunya que no para de crecer y romper récords, también de aportaciones culturales, musicales y eventos varios que complementan la fiesta de los caracoles. Pero esta introducción la pueden leer ustedes en la Wikipedia o cualquier resumen de los que se publican cada año coincidiendo con el Aplec del mes de mayo. Lo que no explican las páginas de periódicos, programas de radio o emisiones televisivas es el espíritu de comunidad y pertenencia que implica. La emoción de estar todo un año preparando manteles, recetas y recintos. La ilusión de volver a reunir amigos, conocidos o familiares en torno a una mesa y debatir, discutir o intercambiar mil y una opiniones de nuestra cotidianidad colectiva o personal, el enternecimiento que comporta para abuelos y padres ver a las nuevas generaciones implicándose, disfrutar e integrarse en esta fiesta colectiva tan leridana. Son impresiones muy difíciles de describir con palabras, pero que cada peñista siente y comparte. Sin duda el Aplec del Caragol es una de las señas de identidad de la capital de Ponent.
Censurar el arte censurado
El Comú de Escaldes-Engordany ha decidido cancelar definitivamente la exposición de la colección del Museu d’Art Prohibit de Tatxo Benet en el Espai Escaldes de Andorra. La decisión se tomó poco después de la inauguración, cuando la Cònsol Major Rosa Gili ordenó retirar la portada de la revista Charlie Hebdo publicada después del ataque yihadista del 7 de enero de 2015, donde murieron doce personas. En un comunicado oficial, las autoridades de esta parroquia andorrana justificaron la medida por el contexto de elevada alerta terrorista que afecta a los países vecinos, con niveles muy altos tanto en España como en Francia. También mencionó la proximidad de los Juegos de los Pequeños Estados como factor, considerando que mantenerla podría comportar “riesgos para la seguridad nacional”. Andorra está en su derecho de protegerse, pero es evidente que con esta censura quienes ganan son precisamente los terroristas, que imponen el miedo como su otra arma para atacar a la ciudadanía.