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Alguien tiene que parar a un presidente de Estados Unidos que el pasado jueves perdió los papeles (literalmente, le cayeron al suelo) en la reunión del G-7, se los recogió Keir Starmer (vio que eran folios en blanco) y se los devolvió, los tomó, dijo que se iba a meditar durante dos semanas si atacaba a Irán y en 48 horas, la madrugada de ayer, declaró la guerra al país persa. Alguien tiene que parar a Donald Trump, pero ¿quién? No lo sabemos, pero no se puede vivir continuamente en esta incertidumbre planetaria. Para traducir eso en términos de Lleida, en nuestra edición de ayer informábamos del incremento de precios en los fertilizantes y los fitosanitarios que comportan los ataques cruzados de Irán e Israel de los últimos días. El comercio de Lleida con Irán es poco (7,6 millones en exportaciones en 2024), pero el efecto de la declaración de guerra de Trump a Irán (The New York Times hablaba ayer de declaración de guerra y no de ataques aislados como los calificó Trump para eludir el control del Congreso y el Senado, aunque este hombre no necesita nada para eludir ese y cualquier otro control democrático) puede ser demoledor en el precio del petróleo y los fertilizantes. Todo ello en un momento en que la crisis de Oriente Próximo y sobre todo la posición de Sánchez con Israel cerrarán presumiblemente el mercado para la pera blanquilla de Lleida, lo que puede hacer daño a algunas empresas. Los ataques de ayer bloquearon 7 plantas iraníes de urea, el 40 por ciento de la producción mundial, a dos meses de sembrar y abonar cereal en Ponent. Todas estas consecuencias, las pocas que son previsibles, dependen de un hombre que en 6 meses ha cambiado las reglas del juego que regían las relaciones de las democracias desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Con Trump, por primera vez en Occidente en los últimos 80 años, no existe la moral. Le importan un pimiento los débiles. Solo le interesa la fuerza. Eso es regresar a los totalitarismos estalinista y nazi, contra los que se reveló y a los que venció la Europa aliada. Aquellos totalitarismos se basaban en la dictadura del Estado; los de hoy se basan en todo lo contrario, la eliminación del Estado para entregar todo el poder a grandes oligarcas ultrarricos. Se trata de una mutación, como si fuera un virus, pero el resultado es el mismo: el desprecio de la dignidad humana por parte de Trump y el resto de líderes de ultraderecha que invaden el planeta, y que ahora, si la guerra a Irán provoca una crisis de refugiados como la que hubo con los sirios en 2015, aún podrían aumentar su poder. Con cualquier político puedes negociar si respeta un mínimo moral, empezando por la dignidad del débil y la protección de los derechos humanos; con quien desprecia todo eso no hay nada de que hablar: hay que pararlo. ¿Cómo? Ni idea, por supuesto, pero las personas decentes de toda la Tierra tienen que encontrar la manera.

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