J.K. Rowling y la vergüenza ajena
La artista y activista trans Victoria Monique Sáez facilitó ayer en este diario un emocionante testimonio lleno de vitalidad y energía en el que daba cuenta de la transfobia de una sociedad que en este tema está muy lejos de tener un conocimiento a la altura de las circunstancias. No lo tienen, desde luego, los magistrados del Tribunal Supremo británico que limitaron la condición legal de mujer al sexo biológico con una profundidad propia de tiktok, o de barra de bar, o del Rajoy que decía “un vaso es un vaso y un plato es un plato”. Tampoco lo tienen evidentemente los ridículos comentarios cuñadistas que dicen que hay hombres que se convierten en trans para entrar en lavabos de mujeres. Tampoco algunos brillantes filósofos que han elaborado sofisticadas teorías sobre el uso por parte de la transexualidad de la lógica de los verbos performativos (aquellos que, por el mero hecho de pronunciarse, producen un efecto en la realidad, es decir, no se quedan en meras palabras, sino que tienen consecuencias reales), y a partir de esa teoría llegan a la conclusión que si una persona baja dice que es alta pasa a ser alta, una lógica muy frívola aplicada a personas que viven un infierno encarceladas en un cuerpo en el que no se reconocen. Y tampoco lo tiene, por descontado, la escritora tránsfoba J.K. Rowling, que expande un odio cruel que te hace venir ganas de sacar de casa todos los libros de Harry Potter. A toda esta gente hay que decirles lo que dice Victoria Sáez: “Soy mujer desde que nací”. Y punto. La transfobia representa ir contra los tiempos y quedarse fuera de juego, algo que parece pasarle a un sector minoritario del feminismo que no es consciente de que no puede aplicar a las mujeres trans una doble discriminación: la que padecen como víctimas del machismo, que es un abuso que opera desde los orígenes de la humanidad, mucho antes que otras discriminaciones como la del colonialismo o el racismo, y la que sufren por el hecho de ser trans. Hay que ser empáticos, y dignos, y humanos. Vivir y dejar vivir.
Trump contra Sánchez
Pedro Sánchez está viviendo su peor momento desde que está en la presidencia del gobierno a raíz del caso Cerdán, y en este marco ha tenido el acierto de plantar cara a Trump. España no destinará el 5% del PIB a la defensa. Solo el 2,1%, aunque la OTAN le exigió ayer el 3,5%. Se trata de un triunfo importante, insólito y muy meritorio en el marco de unos líderes europeos que rinden pleitesía a Trump hasta el punto que le recogen los papeles del suelo (y se dan cuenta de que son folios en blanco), como le pasó la semana pasada a Keir Starmer. Es posible que Sánchez lo haya hecho para evitar que le abandone Podemos, pero eso no le quita valor.