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Yolanda Díaz estaba ayer en el Congreso pese a que horas antes había fallecido su padre. Estaba junto a los diputados de Sumar y no en el banco del gobierno junto a la también vicepresidenta María Jesús Montero. La doble sorpresa causada por la presencia de Díaz y por el lugar que ocupaba en el hemiciclo fue el presagio de lo que iba a venir: una defensa inesperadamente firme del gobierno encabezado por el “PSOE Peugeot”, así llamado por la derecha –que suele añadir la palabra banda– en relación al vehículo utilizado por Pedro Sánchez en 2017 para recorrer toda España y recuperar el control del partido. Le acompañaron en ese viaje Ábalos, Koldo, Cerdán y Salazar: todos caídos. Sánchez no, y a ese Sánchez defendió con energía Díaz para garantizar que ganaría esa especie de moción de confianza hacendado que vivió ayer el Congreso. Sánchez no estuvo bien cuando echó en cara al PP el “y tú más” porque dio la idea de que todos son iguales, pero tuvo un arranque brillante en el que pidió disculpas con una humildad creíble. “Estoy limpio”, dijo. Más le vale, porque de otra forma no acabará la legislatura. Cree tanto en su honestidad que no le asusta saber que si le salpica el caso Cerdán tendrá que irse. Él asegura que se equivocó al confiar en personas en quien no debía confiar, y eso es comprensible porque, salvo Nostradamus, el resto de seres, para confiar en alguien, debemos ponerlo a prueba, y a veces sale rana. No existirá un P. Sánchez en el caso Cerdán que emule el M. Rajoy del caso Bárcenas, vino a asegurar el presidente. Y anunció medidas contra la corrupción, especialmente contra las empresas corruptoras, que se antojan redundantes. La actual legislación, de 2017, ya prevé que esas firmas no puedan optar a adjudicaciones ni a subvenciones, pero esa legislación apenas se ha aplicado. Hay hipertrofia legislativa y escaso cumplimiento de la ley. Y cuando se cumple hay hipertrofia punitiva. ¡A 80 años de cárcel han condenado al asesor de Imanol Arias y Ana Duato! Frente al Sánchez que presume de limpio había ayer en el Congreso dos derechas que están en guerra. Aznar dijo el fin de semana que Sánchez debe ir a prisión y Vox respondió a las pocas horas pidiendo la deportación de 8 millones de inmigrantes. Las derechas de Occidente están abonadas a las barbaridades porque con ellas juega cada día el hombre más poderoso del mundo, al que esas derechas sirven con pleitesía. Estos partidos se ven ya en el gobierno pero de momento la legislatura sigue. Los socios de investidura de Sánchez no le abandonan, y él tampoco abandona el barco pese a que ha sido por sus decisiones que se ha precipitado al abismo. Díaz no piensa bajarse ni parece que lo vayan a hacer Junts, el PNV, Bildu ni la ERC de un Rufián que ayer provocó otra vez, y con más entusiasmo que nunca, la ovación de la bancada socialista. ¿La gran incógnita? Sin duda, Podemos.

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