Un reto viral deleznable
Siete ayuntamientos de las comarcas de Lleida se han visto obligados a cerrar sus piscinas públicas durante algún día de este verano a causa de la presencia de heces en el agua. Tàrrega se lleva la palma, ya que se ha encontrado con esta situación en tres ocasiones, que Almacelles ha sufrido dos veces. El resto son Alcarràs, Corbins, Bellver de Cerdanya, Bellpuig y Camarasa. Este vandalismo escatológico responde a un reto que se ha hecho viral en las redes sociales consistente en defecar dentro de piscinas o bien llevar los excrementos en bolsas y tirarlos al agua. Circuló por primera vez con fuerza en 2018 y, tras un periodo de cierta calma, ha vuelto a repuntar este año en todo el Estado y ha afectado por primera vez de forma significativa a localidades de Ponent. Este fenómeno es ilustrativo de las grandes repercusiones que puede tener un mal uso de las redes. Hace treinta años, si alguien hubiese tenido esta idea estúpida, como mucho la hubiera podido propagar entre su círculo de conocidos, e incluso alguno le hubiera podido convencer de que era una necedad llevarla a la práctica. Ahora, en cambio, puede difundirse por todo el planeta en muy poco tiempo, lo que hace que sean muchas las personas que son susceptibles de llevarla a la práctica. No solo porque la estupidez no conoce fronteras, sino porque hay colectivos, como niños y adolescentes, que muchas veces actúan sugestionados por lo que aparece en TikTok o en cualquier otra red social. Ante esta realidad, hay que insistir en la importancia de la educación en materia digital y en que el móvil no es un juguete inocuo que puede dejarse en manos de un niño. Y por otro lado, hay que ser conscientes de que defecar o depositar excrementos en una piscina pública no es una gamberrada, sino que es un riesgo para la salud pública, porque están llenos de microorganismos que pueden transmitir infecciones.
La UE, subordinada a Trump
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y líderes de la UE como los mandatarios de Alemania, Francia e Italia, así como el primer ministro británico, acompañaron al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en su reunión con Donald Trump en Washington. Un apoyo a Ucrania que no oculta el triste papel de Europa en las negociaciones para poner fin a la guerra. Trump se reunió el viernes con Putin, al que dio un trato de igual a igual tragándose sus amenazas previas y no rechazó sus exigencias territoriales, que ayer notificó a los líderes europeos, a quienes trata como subordinados. Y por si fuera poco, exige a Ucrania que se olvide de Crimea y de la OTAN. La incapacidad de la UE de articular una verdadera política exterior y de defensa deja la solución del conflicto en manos de Trump y Putin, es decir, de la fuerza bruta.