SEGRE

Creado:

Actualizado:

Rafael Allepuz, profesor de Economía Aplicada de la Universitat de Lleida y director local de Càritas, alertaba hace unos días en declaraciones a este diario de que en la capital hay una bolsa crónica de un 25% de población pobre. Mientras, muchas empresas y ciudadanos seguimos desperdiciando comida. Por esto hay que aplaudir la campaña puesta en marcha por la Fundació Jericó y el Banc dels Aliments para sensibilizar sobre la importancia de evitarlo. Esta iniciativa se enmarca dentro de las directrices de la ley estatal de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario, que entró en vigor el pasado mes de abril. Esta norma establece que las empresas que participan en la cadena tienen que disponer de un plan para reducir el derroche de productos alimentarios, deben cooperar con la administración para contabilizar los residuos, y–excepto si son establecimientos de venta al público con una superficie igual o inferior a 1.300 metros cuadrados– deben tener acuerdos con entidades de iniciativa social, bancos de alimentos y otras entidades sin ánimo de lucro para donar los excedentes. Asimismo, indica que las empresas que venden alimentos al consumidor deberán velar por fomentar la comercialización de productos que están a punto de caducar o contar con lineales destinados a los que no cumplen los estándares formales (de tamaño o imagen) que son habituales en diferentes artículos, como por ejemplo la fruta, entre otras recomendaciones. Esta ley marca un camino en el que hay que seguir avanzando. Por un lado, porque los datos sobre el desperdicio de comida son alarmantes. Basta señalar que, según la FAO, un 30% de los alimentos producidos en todo el mundo acaban en la basura, y que solo en España en 2022 más de 7.700 millones de kilos tuvieron este final. Por el otro, porque si, en lugar de tirarse, estos alimentos acaban en manos de entidades sociales, pueden servir para atender las necesidades de muchas familias sin recursos. En este sentido, son ilustrativas las cifras facilitadas el miércoles por Fundació Jericó y el Banc dels Aliments, ya que el pasado año sirvieron en su comedor social un total de 30.872 menús a partir de unos 100.000 kilos de productos recuperados, parte de los cuales se entregaron semanalmente a unas 200 familias para que los cocinaran en sus casas. Igual que las empresas tienen que hacer lo posible para evitar el derroche alimentario, los ciudadanos de a pie debemos concienciarnos de que es necesario ajustar la comida que compramos a la que realmente necesitamos, para que después no haya que tirarla, y que si vemos que hay artículos que nos van a sobrar, tenemos la alternativa de entregarlos a entidades sociales. Además, no está de más recordar que consumir alimentos de proximidad y de temporada es lo mejor para la economía local y para el medio ambiente.

Titulars del dia

* camp requerit
Subscriu-te a la newsletter de SEGRE
tracking