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Esta semana hemos informado de la agresión de un padre a un maestro en una escuela de Balaguer, de una batalla campal en la calle con una treintena de implicados en la Mariola y del fallecimiento de un hombre en el hospital Arnau de Vilanova días después de que fuera ingresado a causa de las heridas sufridas al ser víctima de una agresión mientras paseaba a sus perros en Cappont. Además, son recurrentes las quejas en la mayoría de barrios de la capital y en diversos municipios por los constantes vertidos de basura y objetos voluminosos junto a los contenedores. Cuando estalló la pandemia de la covid, la disciplina de la gran mayoría de la población a la hora de cumplir con el confinamiento, la solidaridad con los profesionales sanitarios que luchaban denodadamente contra una enfermedad desconocida, que provocaba una alta mortalidad entre los afectados, y la organización de redes de ayuda para asistir a personas vulnerables, como mayores que vivían solos, llevó a varios responsables institucionales y opinadores a decir que “saldremos mejores”. Al final, no parece que haya sido así, empezando por los propios políticos, que han llevado sus descalificaciones mutuas a niveles nunca vistos. Y los ciudadanos de a pie no salimos mucho mejor parados. En muchas ocasiones, es como si padeciéramos el síndrome del emperador que afecta a los niños que tiranizan a sus padres. Lo queremos todo, lo queremos ya, no aceptamos puntos diferentes al nuestro y la culpa siempre es de los demás. Sería interesante saber hasta qué punto las redes sociales influyen en esta creciente falta de empatía.

Trump impone la censura

Estados Unidos siempre había sido el adalid de la libertad individual y de expresión. La caza de brujas desencadenada por el senador MacCarthy en plena Guerra Fría contra personas de izquierdas era vista como la excepción que confirma la regla. Sin embargo, en solo nueve meses de su segundo mandato Donald Trump ha impuesto un rumbo que amenaza con dejar a este episodio como una anécdota. Despliegue de la Guardia Nacional y de los marines en grandes ciudades gobernadas por los demócratas, expulsiones masivas de migrantes a los que se trata como delincuentes de la peor calaña, destrucción en aguas internacionales de supuestas lanchas de contrabandistas (en lo que es una ejecución sin juicio y sin pruebas que contraviene los principios del derecho internacional) e imposición de una censura de facto, que ha vivido el último capítulo con el despido por parte de la cadena ABC del cómico y presentador Jimmy Kimmel, que estaba al frente de uno de los programas más populares del país, simplemente por criticar de forma mordaz a Trump.

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