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La trigésima cumbre climática de la ONU (COP30) comenzó ayer oficialmente en la ciudad brasileña de Belém sin perspectivas de grandes acuerdos que permitan atenuar el calentamiento global. Para empezar, Estados Unidos, uno de los países que más contamina, no envía a ningún alto funcionario. No solo eso, sino que la administración liderada por Donald Trump ha decidido aplicar un boicot activo, afirmando que no admitirá ninguna medida ambiental que pueda perjudicar a sus intereses. Además, dentro de unos meses se materializará su salida del Acuerdo de París de hace diez años, medida que Trump anunció nada más acceder a la presidencia por segunda vez, y en los últimos meses ha bloqueado sendas iniciativas internacionales para limitar la producción de plásticos derivados del petróleo y para imponer por primera vez un impuesto global a las emisiones del transporte marítimo. La incidencia de la actitud negacionista de EEUU no sería tan importante si los demás países desarrollados estuvieran realmente comprometidos a luchar contra el cambio climático. La realidad, sin embargo, es otra. El pasado año se registró un nuevo récord de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, según un informe de la Organización Meteorológica Mundial, que también reflejaba que las emisiones se han triplicado en las últimas seis décadas. El Acuerdo de París, un tratado internacional jurídicamente vinculante, establecía que los estados se fijaban como objetivo empezar a reducir lo antes posible la generación de CO2 para limitar el aumento de la temperatura media por debajo de 2 grados en relación a la época preindustrial, con la voluntad de que no superara los 1,5. Este último registro ya se rebasó en 2024, que fue el año más cálido desde que hay datos, aunque hay que esperar al actual y los siguientes para confirmar de forma definitiva que es así. De hecho, el último informe sobre la brecha de emisiones publicado hace solo unos días por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente señala que “es muy probable” que este umbral se superará en la próxima década, y que para estar en línea con los parámetros establecidos en París sería necesario reducir las emisiones anuales entre un 35% y un 55% hasta 2035. La primera Conferencia sobre el Clima auspiciada por la ONU se celebró hace 46 años, en 1979, cuando el calentamiento global era un fenómeno que la mayoría de ciudadanos ignoraban. Desde entonces, la mayoría de las cumbres han seguido este parámetro: acuerdos de mínimos que no se acaban cumpliendo. Y las consecuencias están a la vista: los eventos climáticos extremos como las olas de calor y tormentas inéditas se extienden por todo el planeta y las muertes que causan van en aumento. Por mucho que suene a tópico, el tiempo para evitar que el planeta se encamine hacia el colapso se agota.

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